TIRANA

Presuponer que Albania son solo sus playas y sus montañas, y que Tirana no merece la pena es un error. La capital de Albania bien merece un par de días para visitar con tranquilidad sus museos, su vibrante marcha, y lugares curiosos como la Pirámide o los antiguos bunkers convertidos en espacios culturales.

Tirana sorprende por su mezcla entre lo arcaico, la época de la dictadura de Hoxa y la modernidad.

A menudo asociada con adjetivos como caótica o anárquica, hay que entender que durante décadas, Tirana fue la capital más aislada del planeta. El turismo era ciencia ficción y el simple hecho de que menos del  20% de las calles no tenían ni siquiera nombre, sirve de ejemplo de por qué Tirana es peculiar. La caída del régimen en 1991 supuso salir de una burbuja, o soltarse de una cadena.

En los últimos 30 años Albania ha vivido en un tiovivo continuo y el crecimiento urbanístico no ha sido siempre ordenado. La demostración de que soplan nuevos tiempos es que la Unión Europea ha financiado un sistema moderno de direcciones y señalización para poner algo de orden en Tirana. Un grupo de expertos del Ayuntamiento, de la Academia de las Ciencias y del Instituto de la Lengua Albanesa eligieron los nombres de figuras nacionales e internacionales para darle nombre a las calles que no lo tenían.

Historia de Tirana

Envuelta entre colinas, Tirana (en albanés: Tiranë), capital de Albania comienza su historia con con asentamientos del Paleolítico en la Cueva de Pellumbas a las afueras de la ciudad y en la falda del monte Dajt.

La hoy más poblada ciudad de Albania no cobró la importancia que hoy tiene hasta el siglo XX. Los ilirios llamaron al asentamiento Tërana, y de época romana hay algunos trazos como el denominado «Mosaico de Tirana» que probablemente era el pavimento de una villa.

Con respecto al origen del topónimo (que encontramos por primera vez en 1418 en documentos venecianos), una versión se base en que el nombre deriva de la palabra Theranda usado en griego y latín, para a su vez referirse al área conocido en albanés como » te ranat (‘lo que ha caído’,). Vendría a indicar el suelo y sustrato arrastrados por el agua que desciende la Montaña Dajti . Otra teoría se centra en la palabra Tirkan, el nombre utilizado por el historiador bizantino del siglo VI Prokop para referirse a un castillo, construido por primera vez en el siglo I a. C., en el monte Dajti, y cuyas ruinas aún están allí. Finalmente otros afirman que proviene de tyros, la antigua palabra griega para «lácteos», siguiendo la hipótesis de que fue en los campos donde los pastores locales se reunieron para comerciar con productos lácteos.

Edad moderna y contemporánea.

Tirana comenzó a despuntar cuando el gobernante otomano Süleiman Pasha Mulleti (a veces nombrado también como Sulejman Pashe Bargjini) fundó la ciudad en 1614, promoviendo la construcción de una mezquita, el bazar y un hammam (baños turcos). Aprovechando que la ciudad era atravesada en las rutas de caravanas, se produjo un rápido crecimiento comercial. Los artesanos se especializaron en la elaboración de telas de seda algodón,  trabajando el cuero, la cerámica, el forjado de hierro, y orfebrería de plata y oro. La producción de aceite y tabaco también era otro motor de la economía local.

En el siglo XIX se alzó una nueva mezquita, Et’hem Bey, en la que participaron los mejores arquitectos y decoradores de la región. Aunque la inició Molla Bey de Petrela, fue su hijo quién la culminó en 1821. A lo largo del siglo, y ya bajo el gobierno de la familia Toptani de Kruja, Tirana vio menguado su desarrollo, aunque a nivel cultural, en 1889, se abrieron escuelas que enseñaban lengua albanesa. Coincidiendo con el auge de los nacionalismos, en 1908 se fundó el club patriótico «Bashkimi» y en 1912 Albania se proclamaba nación independiente.

Después de la IIGM.

Ocupada de forma temporal durante las Guerras Balcánicas, por las fuerzas serbias, en 1914-15 se sumó a la sublevación de las aldeas dirigida por Haxhi Qamili. Fruto de ello, tras el Congreso de Lushnjë en 1920, Tirana se convirtió en la nueva capital de Albania, trasladándose los edificios gubernamentales, y el centro de gravedad político y económico del país. Uno de los motivos para elegir Tirana como futura capital es que se halla geográficamente en la línea divisoria entre las etnias de los Ghegs del norte y los Tosks al sur.

Curiosamente Tirana debe mucho urbanísticamente hablando a la colaboración del monarca Zog (que reinó Albania desde 1922 a 1920) con el gobierno fascista de Mussolini. Durante esos años, dos de los arquitectos clave en los proyectos del dictador italiano, Florestano de Fausto y Armando Brasini emprendieron un buen número de obras y reformas en la capital albanesa.

Pirámide de Tirana. Edificio brutaliza que se uso de mausoleo y museo de Hoxa y ahora se va renovar para usos mucho más abiertos.

El plan fue revisado por el arquitecto albanés Eshref Frashëri, el arquitecto italiano Castellani y los arquitectos austriacos Weiss y Kohler. Fruto de ello se finalizaron el palacio real (Palacio de las Brigadas), el Ayuntamiento, los edificios del ministerio del gobierno y el Banco Nacional. El bulevar Dëshmoret e Kombit (Mártires nacionales) que discurre junto al río Lana, fue inaugurado en 1930 con el nombre de “Bulevar Zogu I.” Ya ocupada por los italianos en 1929, el encargo de continuar la urbanización se hizo a Gherardo Bosio que continuará los planes anteriores y presentará un nuevo proyecto para el área de la actual Plaza Madre Teresa.

Tirana fue liberada de los nazis el 17 de noviembre de 1944. Parte de sus edificios habían sufrido los bombardeos, como la arrasada mezquita Sulejman Pasha de 1614. Tras la derrota del Eje, el partisano Enver Hoxha dirigió Albania hacia un modelo de gobierno cada vez más personalista y cerrado al exterior.

Del período comunista Tirana promovió los estándares funcionales del modelo basado en cemento, derruyendo cualquier rastro religioso, entre ellos la catedral ortodoxa y numerosas mezquitas. No fueron más prósperos los primeros años tras la caída de la dictadura y el fiasco de la primera aventura democrática que acabó con el colapso económico de 1997. Se construyeron muchos edificios sin respeto estético y saltándose la legalidad, lo que afeó la ciudad. En esa época Tirana creció enormemente, al caer la prohibición que impedía mover la residencia.

La llegada del nuevo milenio abrió la esperanza de reconvertir Tirana, y desde entonces se ha transformado aliviando zonas del tráfico, recuperando espacios públicos y convirtiéndolos en parques y procediendo a la transformación de las riberas del río Lana o el Parque Rinia. Otro de los proyectos que ha dado color a la ciudad es el de pintar las fachadas de muchos edificios con colores vistosos.

Qué ver en Tirana

La Plaza Skanderbeg puede considerarse el «centro histórico» de Tirana, entorno a la cual se hallan un gran número de edificios y lugares importantes de la capital albanesa. Su superficie de 40.000 metros actúa tras la peatonalización y aparición de jardines, en un lugar ideal para pasear tranquilamente por la ciudad.

Una ciudad pintada

En Tirana, la capital albanesa rodeada de montañas, el gobierno y los artistas locales han optado por formas más dinámicas e inusuales de abrirse camino para salir de años de dictadura y depresión económica.

Las mansiones ruinosas de la era otomana se han pintado en tonos naranjas y amarillos; los edificios medianos de la época estalinista hacen las veces de lienzos gigantescos para obras abstractas cubistas de tonos brillantes o franjas arcoíris. En gran medida, esto se debe al exalcalde Edi Rama, un pintor convertido en político (y actual primer ministro de Albania) que en el 2000 puso en marcha una iniciativa de embellecimiento urbano en la que los artistas adornaron fachadas de edificios antiguos y los trabajadores municipales plantaron 55 000 árboles y arbustos en espacios públicos, su lavado de imagen, junto a la peatonalización de la plaza Skanderbeg y la promoción de nuevos parques arbolados, fue sin duda un hito en la mejora de Tirana.

Aunque algunos críticos alegan que readaptar o pintar las estructuras de la Guerra Fría es una reparación de bajo coste de la infraestructura ruinosa (o un lavado de cara de la oscura historia albanesa), estos cambios creativos han traído optimismo y avances a una ciudad que antes se consideraba aburrida y económicamente deprimida. Las paredes resplandecientes en los barrios más antiguos, como Pazari i Ri y Ali Demi, atraen a los turistas, y los murales callejeros, prohibidos en tiempos comunistas, han florecido por toda la ciudad.

«El color era casi inexistente en los espacios públicos [hasta la década del 2000], pero día tras día aparecían hojas gigantes, figuras geométricas, puntos y palabras en las fachadas de los edificios», cuenta la artista local Ledia Konstandini, que ha hecho una crónica de la ciudad cambiante con ilustraciones y fotografías. «Al principio, parecían fuera de lugar. Pero cuantas más fachadas decoradas había, más naturales parecían. Las personas superaron el miedo y las barreras con colores, y se han convertido en parte de nuestra identidad urbana».

Plaza Skanderbeg

Alrededor de la gran plaza Skanderbeg  orbitan museos como el de Historia Nacional de Historia, el Palacio de la Cultura (que alberga la Ópera y la Biblioteca Nacional), la Mezquita Eh’tm Bey, monumentos como el del héroe que da nombre a la explanada, el Banco Nacional, el ayuntamiento junto a edificios ministeriales del gobierno de Albania, el Hotel de lujo Tirana International, y la la Torre del Reloj.

Lo que hoy observa el viajero es el resultado de la gran remodelación que vivió la plaza en los años 60. El comunismo, y la declaración de Albania como estado ateo, significó la destrucción de la Catedral de la Iglesia Ortodoxa Autónoma, la mayor de la ciudad, siendo sustituida por el Hotel Internacional.  Lo mismo sucedió con la ópera, alzada en el espacio del Bazar Viejo (Pazari i Vjetër). El Museo de Historia Nacional se levantó en lo que en su día era el ayuntamiento, e incluso el Parlamento de Albania de época del rey Zog fue sustituido por el Teatro de las Muñecas (Teatri i Kukullave).

La plaza está presidida por la gran estatua ecuestre de once metros de altura de Skanderberg, héroe nacional para los albaneses, que sustituyó a la del dictador comunista Enver Hoxha y la de Stalin, una vez que el régimen colapsó en 1991. Junto a la estatua un mástil con la bandera de Albania es el faro que ilumina este gran área ganado para los ciudadanos.

Mezquita Eh’tm Bey

La Mezquita Eh’tm Bey es uno de los templos religiosas con mayor antigüedad de Tirana. Construida entre 1789 y 1821, después de la segunda guerra mundial se convirtió en la más importante, rompiendo «el duelo» con la mezquita Sulejman Pasha que había sufrido los rigores de la guerra.

Tanto en Albania como en la República de Macedonia del Norte podemos encontrar mezquitas cuya ornamentación trasciende los motivos geométricos tradicionales. Frescos con flores y elementos de la naturaleza sirven de decoración del interior y el exterior de la Mezquita Eh’tm Bey.

Es una de las escasas mezquitas de Tirana- ocho de las veintiocho que había en 1967-, la mayoría demolidas durante los años de proclamación del ateísmo en Albania. Permaneció cerrada muchos años hasta que, con la caída de la dictadura en 1991, una masa de musulmanes entró a la fuerza para romper con la prohibición de credo.

Torre del Reloj

Junto a la mezquita está la Torre del Reloj (Kulla e Sahatit), cuya altura es de 35 metros. Se trata de una antigua torre otomana construida por Haxhi Et’hem Bej en 1821-1822 a la que se añadió un reloj alemán en 1928. Dañada durante la segunda guerra mundial fue reparada en 1946.

La Pirámide de Tirana

Uno de los monumentos megalómanos, herencia de la dictadura es la Pirámide. Fue construida en 1988 tras la muerte Hoxha tres años antes, y bajo la supervisión de su propia hija Prandera Hoxha, arquitecta que dejó numerosas obras de cuestionable gusto estético por toda Albania. De hecho el estilo futurista de la década de los ochenta se adoptó en numerosos edificios de países de la órbita soviética. En Bratislava (Eslovaquia) otro ejemplo es el «ovni» (Most SNP, Most Slovenského národného povstania), puente cuya construcción significó el derrumbamiento de una parte importante del antiguo barrio judío de la capital eslovaca.

El edificio pretendía ser un museo mausoleo de homenaje a su padre, pretendiendo extender el delirio de la autarquía que hizo de Albania el país más pobre de Europa. En 1991 la Pirámide, que cambió su uso, y pasó a usarse como centro de conferencias y exposiciones, base de la OTAN  -durante la Guerra de Kosovo-, una discoteca llamada La Momia, e incluso sede de un canal de televisión.

Con los años, la dejadez de la administración, incapaz de hacer frente a la remodelación de un edificio de por sí nacido con un propósito que se quiere olvidar en Albania, ha provocado que la Pirámide caiga en un estado de abandono importante. Pese a la peligrosidad que supone, aún hoy es visitado e incluso «escalado» por numerosos curiosos y turistas que aprovechan a sacar fotografías. Una piel de graffitis da color a la Pirámide, y aunque se han presentado propuestas para demolerlo o darle otro uso, aún está pendiente su futuro.

Museo Komiteti-Kafe

El curioso Komiteti-Kafe Muzeum mezcla objetos como si se tratase de una tienda de antigüedades, un bar de moda y un pequeño museo.  Exhibe objetos típicos albaneses; albaneses, equipos agrícolas tradicionales y lavabos, colgados en las paredes y  el techo. Es un buen lugar para probar el alcohol nacional de Albania, conocido como raki, servido en el Komiteti-Kafe Muzeum en una variedad de sabores, desde la salvia hasta el arándano.

Museo de Historia Nacional de Albania

Imprescindible para conocer en profundidad el pasado de Albania, el Museo de Historia Nacional es un emblema de Tirana. No solo son interesantes sus exposiciones, si no que en su exterior el mosaico es una de las fotografiáis típicas de la capital. Se trata de un gigantesco mosaico social que muestra la fortaleza y salud de los trabajadores albaneses a lo largo de la Historia. Este tipo de mosaicos y paneles era común en las décadas del régimen comunista, idealizando el nacionalismo albanés. Contrasta por su colorido con el resto del edificio, cuyo estilo racionalista es mucho más sobrio.

Museo de Historia Nacional de Albania

Contemplar el mosaico, conocido como «los albaneses», desde el centro de la plaza de Skanderbeg viendo pasar a la gente es un deleite. Ya en el interior del Museo Nacional de Historia se aprecian objetos encontrados en yacimientos de Albania, como Apollonia o Butrint entre otros muchos. Los objetos van desde cerámicas neolíticas a esculturas del pasado griego y romano, piezas medievales de la época de Skanderbeg -como la réplica de su espada- , y de los siglos dentro del imperio otomano.

La cronología centrada en el siglo XX hace especial hincapié en la declaración de Independencia, la constitución de la bandera nacional, el renacimiento albanés, la lucha antifascista o incluso la figura de la Madre Teresa. El periodo de de dictadura comunista se aborda en las salas denominadas Terror Comunista, que tratan sobre la privación de libertad desde 1945 a 1990. El museo fue inaugurado en 1981 y es el más grande de Albania.

Galería Nacional de Arte

Al sur de la plaza Skanderbeg  está la Galería Nacional de Arte que pone en valor las obras de artistas albaneses a lo largo de los siglos. En el exterior, algo escondidas están las estatuas de Lenin, Stalin y Hoxha, «salvadas» de ser destruidas tras la llegada de la democracia, pero que merecen conservarse para no olvidar. A unos pasos están también los restos del castillo, Kalaja e Tiranës.

Calle peatonal Murat Toptani

Sin alejarnos de la plaza Skanderbeg, la calle peatonal Murat Toptani es una de las más alegres y agradables para pasear. El nombre es un homenaje a uno de los firmantes de la Declaración de Independencia de Albania en 1912. Cerca están la mezquita y tumba de Kapllan Hysa, y el monumento al soldado desconocido («Ushtari i Panjohur»).

Mercado de Markata E Peshkut

La estética moderna del mercado Markata E Peshkut puede no parecer significativa, pero el ambiente que se respira en este lugar es interesante para pulsar el ritmo cotidiano de los ciudadanos de Tirana.

Bulevar Deshmoret e Kombit

El bulevar de los Mártires de la Nación, diseñado por el arquitecto Gherardo Bosio, afín a Mussolini y autor del Palacio Presidencial o la sede del Primer Ministro, es la calle más importante de Tirana. En su día denominado Viale del Impero, conecta la plaza Skanderbeg y Madre Teresa, siguiendo la dirección norte a sur. Siguiendo por el hallamos en la ruta la Pirámide y el acceso al barrio de Blloku.

La Gran Mezquita – Namazgjah

Es un templo de nueva construcción que parece sacado de Turquía. Los cuatro minaretes de cincuenta metros de altura alzándose hacia el cielo de Tirana son impresionantes.

Puente de Tabak

Es uno e los puentes otomanos que cruzan el río Lana, y que conectan ambas márgenes de Tirana.

Barrio de Blloku

Al sur del río Lana, y no lejos de la Pirámide, está el barrio de Blloku. En uno de sus extremos un pedazo del Muro de Berlín, traído desde la capital alemana nos recuerda el pasado comunista de Tirana.

Reconvertido en zona de moda y marcha, en su día aquí estaba la residencia del primer ministro Enver Hoxha. Además de vivir el dictador, gran parte de sus afines miembros del Gobierno y del Partido del Trabajo de Albania tenían este barrio exclusivo ellos. Hoy el capitalismo que tanto demonizó avanza imparable, y restaurantes de moda como el Sky Bar de la Sky Tower han reconvertido Blloku.

Bunkers – Bunk’Art 1 y  Bunk’Art 2

Un dictador paranoico y su obsesión con los búnkeres

Hasta hace una o dos décadas, el souvenir más común que te podías llevar de Tirana era un cenicero de alabastro en forma de búnker, no un selfi sacado frente a un edificio colorido. Estas baratijas abovedadas rinden un irónico tributo a los más de 173 000 búnkeres (bunkerët) que en su día salpicaron Albania y su capital, un sombrío recordatorio del régimen del dictador Enver Hoxha entre 1941 y 1985.

Hoxha, brutal con sus ciudadanos y manifiestamente paranoico, creía que los países vecinos Grecia y Yugoslavia, así como los antiguos aliados soviéticos, querían invadir Albania. Por eso entre los años sesenta y principios de los ochenta, erigió miles de fuertes de hormigón por todo el país que oscilaban en tamaño desde iglúes de dos personas hasta refugios subterráneos de varias habitaciones. (Para hacerte una idea de lo generalizado que fue el programa, no te pierdas el reciente documental Mushrooms of Concrete.)

Su construcción aisló aún más al país y agotó su dinero y energía, convirtiéndolo en uno de los más pobres de Europa. Al final, todo ese cemento fue en vano. «Hoxha se gastó miles de millones en su sueño de “bunkerizar” (bunkerizimi) cada centímetro de Albania, esclavizando y llevando a toda la población al borde de la hambruna», afirma Admirina Peçi, periodista e historiadora local. «Pero la historia ha demostrado que el riesgo real de ataques era cero».

Hoy, aunque muchos búnkeres se han derrumbado o destruido, quedan cientos, convertidos en graneros de animales, pintados para que parezcan flores a las afueras de la ciudad o como escondites donde los adolescentes se besuquean. En algunos de los complejos hoteleros de la costa adriática de Albania (a casi una hora al oeste de Tirana), las cúpulas de cemento se han convertido en puestos de comida y vestuarios. Elesio Resort, en Golem, ha convertido el búnker de su sótano en un balneario; su cúpula abovedada, que sobresale en el restaurante del hotel, está cubierta de estantes donde se sirve el bufé del desayuno.

Escondites de la Guerra Fría convertidos en museos

La readaptación más elaborada de estas estructuras apocalípticas es Bunk’Art, un par de museos de historia y galerías de arte ubicados en dos refugios nucleares subterráneos construidos para Hoxha y sus aliados. Entre salas austeras sin ventanas y gruesos portones de acero cuyo fin era proteger a los líderes del partido de un ataque nuclear, los vídeos, artefactos y obras de arte contemporáneo profundizan en la historia de la Albania del siglo XX, incluida la ocupación fascista italiana entre 1939 y 1944, así como la era comunista.

«Era cada vez más difícil cruzarse con símbolos del régimen de Hoxha. Los únicos restos del comunismo eran los miles de búnkeres repartidos por todo el país como setas de hormigón», dijo Carlo Bollino, periodista nacido en Italia pero afincado en Albania que ayudó a fundar Bunk’Art en 2014. «Un museo dentro de búnkeres antibombas parecía una fórmula para mostrar la historia».

Exposiciones en el Bunk'Art 2 de Tirana

Tras la apertura del l Bunk’Art 1 hubo una segunda apertura, el Bunk’Art 2, en la plaza de Skanderbeg. Aunque mucho más pequeño, este búnker en el centro de Tirana es también interesante ya que aborda la historia de la policía política y sus víctimas bajo el régimen stalinista. Junto al bunker hay un trozo del muro de Berlín, que se trajo hasta Tirana para recordar su caída.




Catedral ortodoxa de la Resurrección de Cristo

La Catedral ortodoxa de la Resurrección de Cristo fue inaugurada en 2012, siendo la tercera catedral con la misma planta en los Balcanes . El campanario de 46 metros de altura y la inmensa cúpula se observan en toda plenitud desde el cercano parque Rina.

Mezquita Bektashi

La secta Bektashi del Islam tiene su sede en Tirana y su mezquita es un punto interesante si nos interesa conocer los diferentes espacios religiosos de Tirana y la tolerancia que hay actualmente hacia todas ellas.

Lago en el Grand Park

El Gran Parque (Parku i Madh Kodrat e Liqenit) de Tirana, al sur de la ciudad, permite escaparse del tráfico y pasear junto al extenso lago artificial, rodeado de pintorescas colinas. Camine por los senderos que rodean el lago o súbase a un barquito, visite el zoológico de la ciudad y el Palacio Presidencial de Albania.

Montañas Datji

En lo alto de Tirana el monte Datji se alza. Es muy habitual visitarlos con el teleférico Datji Ekxpres. Además de la experiencia de volar, podemos disfrutar de este pulmón verde con rutas de senderismo o bicicleta de montaña.

En la capital albanesa rodeada de montañas, el gobierno y los artistas locales han optado por formas más dinámicas e inusuales de abrirse camino para salir de años de dictadura y depresión económica.

Las mansiones ruinosas de la era otomana se han pintado en tonos naranjas y amarillos; los edificios medianos de la época estalinista hacen las veces de lienzos gigantescos para obras abstractas cubistas de tonos brillantes o franjas arcoíris. En gran medida, esto se debe al exalcalde Edi Rama, un pintor convertido en político (y actual primer ministro de Albania) que en el 2000 puso en marcha una iniciativa de embellecimiento urbano en la que los artistas adornaron fachadas de edificios antiguos y los trabajadores municipales plantaron 55 000 árboles y arbustos en espacios públicos.

  

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