En estas páginas podrás encontrar detalles históricos que acontecieron a nuestra Ciudad. Esperamos que disfrutes con la lectura.
Los primeros vestigios de asentamiento en El Puerto de Santa María son del Paleolítico Inferior. El yacimiento de “El Aculadero” así lo atestigua. En “Las Arenas” existe otro yacimiento del Mesolítico, y junto a la torre medieval de Doña Blanca se excava actualmente un poblado fenicio cuya cronología se sitúa entre los siglos IX y III a.C.
La leyenda atribuye la fundación de la ciudad a un caudillo ateniense –Menesheo- que, después de la guerra de Troya, fundó una ciudad que llevaría su nombre, el Puerto de Menestheo. En el año 19 a.C. Lucio Cornelio Balbo ‘el Menor’ funda el ‘Portus Gaditanus’, puerto romano de Gades en el solar donde se levanta el casco histórico de El Puerto de Santa María, quien a la vez mandó abrir en las arenas, a pico y pala, la actual desembocadura del río Guadalete.
En el año 711 los musulmanes se enfrentaron al ejercito visigodo en la batalla del Guadalete. A partir de ese momento pasó a formar parte del territorio musulmán con el nuevo nombre de Amaría Alcanter, Alcanate o Alcanatif que algunos investigadores traducen como Puerto de las Salinas, Arco o Puente.
En 1260 Alfonso X conquista la ciudad a los musulmanes y la llama Santa María del Puerto, organiza el repartimiento de las tierras y le otorga la Carta-Puebla. Posteriormente, a partir del año 1368 y hasta el siglo XVIII, El Puerto pasa a formar parte de la casa ducal de Medinaceli y conocerá durante este periodo sus mayores días de gloria, Cristóbal Colón, entre 1483 y 1486 fué huésped de los señores de El Puerto y recibió aportación para emprender el viaje que le llevaría al descubrimiento del nuevo mundo. Aquí se pertrechó la Santa María, propiedad del marino Juan de la Cosa, que fue piloto de Colón en 1492, y que en 1500, en El Puerto de Santa María fecha el primer mapamundi que incluye América.
Durante los siglos XVI y XVII, El Puerto es invernadero y base de las Galeras Reales y sede de la Capitanía General del Mar Océano. Este hecho determinaría su protagonismo en la preparación de importantes expediciones navales de carácter militar. Proclamado rey Felipe V, la ciudad pide su incorporación a la Corona, lo que sucede el 31 de mayo de 1.729, en que la Corte se traslada a veranear aquí ese año y el siguiente.
Un siglo de las luces con una importante actividad mercantil y un gran número de ilustrados magnates asentados en la ciudad, daría paso en los primeros años del siglo XIX a una ciudad convertida en cuartel general del ejército francés durante la Guerra de la Independencia, bajo el reinado de José Bonaparte (1810-1812). Durante el reinado de Fernando VII (1814-1833), en el periodo del trienio liberal (1820-1823), El Puerto es nuevamente ocupado y tomado como cuartel general por tropas de la Santa Alainza, ejercito francés conocido por los Cien Mil Hijos de San Luis al mando del duque de Angulema, con el fín de acabar con la resistencia liberal refugiada en Cádiz y liberar al rey Fernando VII. Liberado el rey, éste desembarca en El Puerto y deroga la Constitución de 1812, imponiendo de esta forma el poder absoluto de la corona.
A partir de este momento, los avatares de la historia, las sucesivas desamortizaciones religiosas y civiles, los cambios sociopolíticos de cada momento, así como el desarrollo de la industria bodeguera, provocan la expansión de la economía local y el espacio urbano, marcando la vida y las gentes de esta ciudad.
Al hablar del Descubrimiento de América hablamos de un acontecimiento que engloba multitud de aspectos. Por una parte el hecho científico en el que se constata la teoría de la tierra como esfera, por otro lado el cambio que a partir de entonces acontece en el orden económico y político mundial. Y por último, el encuentro de mundos, nuevos entre sí, que hasta entonces no habían tenido contacto, o al menos de un modo muy evidente.
Ruta de Colón en El Puerto
Esta ruta trata de descubrir y mostrar (en lo posible) El Puerto que vivió Colón: una villa marina y marinera, poblada de gentes de la mar (carpinteros de ribera, calafates, estibadores, marinos, marineros, ...)
Estos tres aspectos se hacen más palpables en las ciudades que estuvieron directamente implicadas en este acontecimiento, como es el caso de El Puerto de Santa María.
Ya a principios del siglo XV, El Puerto tenía un lugar reconocido en el círculo mercantil y naviero. Desde esta ciudad se fletaban naves que recorrían las rutas de las especies, la seda, etc. Su infraestructura de astilleros, instituciones de comercio y formación de marineros y navegantes, la situó por delante de la mayoría de ciudades portuarias. Prueba de esto son algunos hechos anecdóticos, aunque no por ello menos significativos, que tienen como escenario esta localidad. Quizás entre los más importantes figura el que el cartógrafo Juan de la Cosa, vecino de la Ciudad y autor del primer mapamundi de la historia que incluía el continente americano, era propietario de la Nao Santa María que él mismo pilotara en la primera expedición de Cristóbal Colón. Pero, en realidad, el impacto más palpable es el patrimonio histórico, arquitectónico y humano que nos queda de aquellos siglos.
Y por último, y no por eso menos importante, el devenir de esta ciudad, acostumbrada a recibir viajeros procedentes de todos los rincones del mundo, y la variedad de orígenes de sus pobladores, la convirtió en un lugar, donde todos aquellos que se acercan, encuentran un poco de su propia historia.
El Castillo de San Marcos es uno de los edificios más representativos de la Ciudad. Sus torres y almenas, recortándose sobre el cielo portuense, constituyen una silueta inconfundible y probablemente una de las imágenes más antiguas del conjunto arquitectónico de El Puerto.
Pero, aunque de todos reconocido, son pocos los que han penetrado al interior de su historia. Su evolución ha ido pareja al desarrollo urbanístico local, hasta convertirse en edificio simbólico durante distintas épocas, de forma que lo que hoy conocemos es producto de varias transformaciones desde la primitiva edificación alrededor del siglo X. Actualmente el edificio es propiedad de la Firma Luis Caballero, S.A.
En su origen se trataba de una antigua mezquita -de orientación NO-SE, el edificio más importante de la aldea musulmana de Al-Qanatir. El templo musulmán fue levantado con materiales de acarreo, probablemente procedentes de otro edificio romano más antiguo. Poseía planta de tres naves dividida en cuatro tramos, patio -sahn-, alminar o torre y el muro principal o muro de la quibal, en cuyo centro se abría un recinto sagrado -el mihrab-. Tanto el muro de la quibla como el mihrab, aún se conservan en la construcción moderna. A esta primera época correspondería igualmente una antigua inscripción en uno de los accesos primitivos del edificio.
La segunda etapa del edificio se corresponde con su transformación en santuario cristiano, producida a mediados del siglo XIII y vinculada a la conquista castellana de la zona por Alfonso X entre los años 1257 y 1260. La ocupación alfonsí estaba ligada a la elección del lugar -magnificamente situado- como punto defensivo de toda la comarca y centro de aprovisionamiento de la flota castellana para sus expediciones. Todos estos acontecimientos fueron narrados con matices poéticos en las Cantigas de Santa María, principalmente la 328, en las que también se menciona la reconstrucción del santuario, concluido en torno a 1268-1279.
Unos años después debió sufrir remodelaciones al tiempo que se rodeaba a la ciudad de muralla. Posiblemente en 1272 se instaló en él la Orden de Santa María de España. En la iglesia-fortaleza de Santa María -conocida a partir de los siglos XIV-XV como Castillo de San Marcos- se emplearon sillares y columnas romanas de acarreo. Varias de estas columnas se conservan hoy adosadas a pilares. Esta reforma y construcción cristiano fue comenzada por el alarife Alí en los primeros años de la ocupación castellana y el edificio fue pronto convertido en un importante centro de peregrinación que destacaría como elemento singular de la población.
La reconstrucción le afectó en su totalidad realizándose una serie de importantes transformaciones en los aspectos exterior e interior. Se abandonó el antiguo eje transversal de la capilla hacia el muro de la quibla, orientándola al lado norte, y abriendo una capilla mayor o ábside que se convertiría entonces en principal. Esta nueva cámara es de estilo gótico y se cubre con bóveda de crucería. La capilla ocupa la parte inferior de la torre principal del castillo -Torre del Homenaje- que se levantó probablemente en el mismo lugar donde podía haber estado el alminar de la antigua mezquita.
Con el cambio de orientación, y para adaptar la visibilidad, debió abrirse una puerta en recodo en el lado opuesto al ábside. Se amplió igualmente todo el oratorio a costa del patio -que quedó muy reducido- contando el edificio a partir de entonces, las siete naves en forma de gran sala que queda a la izquierda de la entrada actual. La reforma afectó también a la cubrición. El edificio adoptó la forma de un recinto rectangular flanqueado por ocho torres. Todas ellas poseen decoración almohade, están rematadas por almenas en picos y presentan antiguos signos de canteros en sus zonas bajas. El conjunto se rodea de una muralla o cerca no muy alta.
La otra gran transformación se produjo a fines del siglo XV y principios del XVI (1454-1501), cuando se realizaron nuevas obras de reforma y consolidación del conjunto a cargo de D. Luis de la Cerda, duque de Medinaceli. Estas consistieron en el recrecido de las torres incluida la del Homenaje y la torre sur -que ostenta el blasón de la casa de La Cerda-, el refuerzo de la cerca exterior, la apertura que da a la plaza y la construcción de un nuevo cuerpo adosado a modo de sacristía, con lo que se potenciaron nuevamente sus valores militar y religioso.
El Castillo fue sede del Consejo hasta 1729, año en que se produce la incorporación de El Puerto a la Corona castellana tras un largo periodo de dependencia señorial de los Medinaceli. Fue utilizado como iglesia hasta el siglo XIX y más tarde se readaptaría para viviendas, hasta que a mediados del presente siglo se acometiera la última gran remodelación, en la que el edificio adoptó su actual imagen.
En las reformas realizadas por el investigador portuense D. Hipólito Sancho, se restauraron interiores y exteriores, reunificándose su doble origen islámico-gótico: al interior se añadieron arcos de herradura y elementos decorativos como cordobanes, vidrieras, una reja, el recubrimiento interior del mihrab... En el exterior, corresponde a estos años la decoración pictórica de castillos y leones y las leyendas marianas, al igual que toda la restauración de torres y almenas, que en aquellos años se encontraba en pésimas condiciones. Estilos almohade y gótico vuelven a fundirse nuevamente como en su primitivo origen.
También recientemente se han producido nuevas obras de mantenimiento y recuperación del edificio y la restauración de la cerca exterior y torres. El Castillo de San Marcos constituye fachada principal de la tradicional plaza que comparte su nombre con el del rey que lo mandara reconstruir en la época fundacional de la ciudad. Declarado Bien de Interés Cultural desde 1920 -por entonces con categoría de Monumento Nacional- sus muros custodian la imagen gótica de Santa María de España (S. XII-XIII), tan vinculada a El Puerto.
Basílica Menor Nuestra Señora de los Milagros
Se construye en la parte alta de la ciudad y su construcción esta documentada desde 1486, coincidiendo con la etapa de apogeo constructivo que fomentan los Duques de Medinaceli, señores jurisdicionales de la villa y promotores de esta obra y de otras.
Como la mayoría de los edificios de la zona y la propia catedral de Sevilla, de la que recibe influencias, está construida con piedra arenisca procedente de las canteras de la Sierra de San Cristóbal, de la que se abastecieron muchas obras de la comarca.
El primer maestro de obras de la iglesia del que se tienen noticias es Alonso, o Alfonso, Rodriguez, que fue maestro mayor de la catedral de Sevilla y participó en la construcción de otras iglesias de la diócesis, algunas de ellas en Jerez, e incluso en la catedral de Las Palmas de Gran canaria. en la mayoría, además de otros muchos detalles, destaca la similitud de las portadas, con notables incluencias sevillanas. En 1493 el edificio se encontraba abierto al culto, aunque tardaría años en concluirse.
La Iglesia Mayor Prioral cuenta con tres naves cubiertas con bóvedas nervadas -la central de mayor altura y anchura que las laterales- y capillas abiertas a ambos lados de las mismas. Tiene amago de crucero y ábside. Su construcción original es gótica. De esta primera etapa queda la fachada de los pies, conocida como Puerta del Perdón, que debió quedar sin concluir, y que presenta rasgos estilísticos del gótico tardío. También el ábside o cabecera, y los muros de la iglesia, en los que aún se advierten interesantes detalles testigos de esta primera etapa. A partir de finales del siglo XVI se fueron construyendo las capillas, entre las que podemos destacar la de la Patrona, la Sacramental -reformada en el siglo XVIII-, o la de los Valera o Benavides entre otras, que se encuentran entre las más antiguas del templo.
Iglesia Mayor Prioral
A comienzos del siglo XVII ya se habían producido ruinas y un terremoto en 1636 acabó desplomando la nave principal y dejando el edificio en muy malas condiciones. Fue entonces cuando se acometió una reedificación del templo, que se encargó al jerezano Antón Martín Calafate, quien recibió las obras en 1647 y utilizó en su construcción los restos de la iglesia antigua que aún se conservaban: los muros exteriores, ábside y algunas capillas. La nueva obra vincula a la iglesia en estos siglos con la antigua colegiata de Jerez de la Frontera, hoy catedral. El fallecimiento de Martín Calafate obligó, a partir de 1659, a hacerse cargo de la obra a Francisco de Guindos, entonces maestro mayor de la ciudad de El Puerto. El templo, ya reconstruido aunque no definitivamente terminado, se inauguró en 1671.
A comienzos del siglo XVII ya se habían producido ruinas y un terremoto en 1636 acabó desplomando la nave principal y dejando el edificio en muy malas condiciones. Fue entonces cuando se acometió una reedificación del templo, que se encargó al jerezano Antón Martín Calafate, quien recibió las obras en 1647 y utilizó en su construcción los restos de la iglesia antigua que aún se conservaban: los muros exteriores, ábside y algunas capillas. La nueva obra vincula a la iglesia en estos siglos con la antigua colegiata de Jerez de la Frontera, hoy catedral. El fallecimiento de Martín Calafate obligó, a partir de 1659, a hacerse cargo de la obra a Francisco de Guindos, entonces maestro mayor de la ciudad de El Puerto. El templo, ya reconstruido aunque no definitivamente terminado, se inauguró en 1671.
Es en esta segunda etapa edificatoria cuando se levantan las bóvedas de crucería y se abren algunas capillas como las de las Ánimas o la Sacristía Mayor. Ya para entonces se había abierto la puerta lateral o del crucero, conocida como la Puerta del Sol, interesante ejemplo de fachada-retablo con elementos decorativos platerescos y barrocos. En una hornacina del cuerpo alto esta portada alberga la imagen de la Patrona, la Virgen de Los Milagros, sobre el Castillo de San Marcos, el simbolo del escudo de la Ciudad. En el interior del templo, y en la primera década del siglo XIX, fue sustituido el antiguo retablo gótico del altar mayor por un baldaquino monumental de estilo neoclásico, obra del arquitecto Torcuato Benjumeda, de características similares al de la catedral de Cádiz. Se modificó entonces todo el presbiterio, se colocaron las vidrieras y se hicieron reformas en capillas.
INTERIOR
INTERIOR
Planta de tres naves, la central más alta que las laterales. La nave central tiene elementos barrocos, como el friso, almohadillado de las pilastras, etc. El coro es del siglo XVII.
Altar Mayor.- Estaba decorado con un gran retablo gótico que fue sustitutido en el siglo XVIII por el templete de estilo neoclásico, además de la balaustrada y la escalinata, obra realizada por el arquitecto portuense Torcuato Benjumeda.
Iglesia Mayor Prioral
Las Capillas.- Se abrieron en diferentes épocas. Las más antiguas son las dos que están a los pies (Santa Rita y Santo Ángel de la Guarda).
Iglesia Mayor Prioral
Capilla del Sagrario (siglo XVII)- (1).- Destaca el magnífico retablo de plata mexicana realizado en 1682 por el platero José Medina en San Luis de Potisí (México), que fue donado a esta iglesia por el portuense D. Juan Luis Camacho Jaina. Posteriormente se añadieron las credencias laterales y la balustrada también de plata de la capilla; y el siglo XIX se sustituyó el aguila que lo remataba por la corona que tiene en la actualidad. En esta misma capilla merecen destacarse un ángel lamparero, obra escultórica de marcado movimiento barroco que ha sido atribuida a la imaginera Luisa Roldán "La Roldana" y el cuadro de Jesús Nazareno procedente de la antigua capilla de Jesús de los Milagros.
Capilla de Benavides - (2).- También conocida como de San Antonio o de la Oración en el Huerto, destaca el antiguo retablo con características del estilo gótico-flamenco.
Capilla de la Ánimas - (3).- Alberga entre otros, un interesante ejemplo de retablo barroco, del siglo XVII, obra de Ignacio López (escultor) y Alonso de Morales (ensamblador), en el que destaca la influencia de Bernardo Simón de Pineda y se manifiesta la teatralidad propia del estilo barroco.
Capilla de San José - (4).- Destaca por el grupo de retablos con elementos rococó, que hacen de la capilla un armónico conjunto
Capilla del Santo Entierro - (6).- Se halla instalada la Virgen de la Soledad, escultura recientemente atribuida a Manuel Pereira y que fue trasladada aquí en el siglo XIX desde su primitiva ubicación en el Monasterio de la Victoria.
Capilla de Jesús Nazareno - (8).- Conserva las imágenes de Jesús Nazareno y San Juan Evangelista, obras realizadas por Pedro Roldán. Junto a la Virgen de los Dolores constituyen un grupo escultórico procesional.
Capilla de la Virgen de los Milagros (1620) - (10) Está presidida por un interesante retablo barroco del siglo XVII, de la escuela de Pedro Duque Cornejo. La hornacina central contiene el camarín con la imagen de la Patrona, María Santísima de los Milagros, escultura del siglo XIII, con importantes transformaciones posteriores.
Las restantes capillas del templo, todas ellas también con piezas interesantes son la Bautismal (5), la del Cristo de la Misericordia (7), la de los Varela, también conocida como de la Virgen del Rosario (9) y una de las más antiguas del templo; las del Santo Angel de la Guarda (11) y Santa Rita (12), ambas a los pies de la iglesia, y la de San Pedro, tras el altar, junto a la sacristía. Y en cuanto a otras piezas de interés, merecen destacarse la Sillería del Coro, los órganos del siglo XVII, la forja en rejas y el púlpito, así como un interesante conjunto de pinturas, esculturas y piezas de orfebrería del tesoro.
Real Plaza de Toros
La tradición taurina de El Puerto de Santa María es una de las más firmes y arraigadas en España. La afición de la comarca entera, y aún de las principales poblaciones de toda la Baja Andalucía parecen sacudirse en estremecimiento gozoso de anticipada ilusión, cuando la nítida superficie blanca de alguno de sus muros se ve rasgado por el grito de color del cartel que anuncia como un pregón: ¡Toros en El Puerto!.
Porque acudir a los toros en El Puerto es algo más, mucho más que asistir lisa y llanamente a un buen espectáculo taurino. Razón tenía Joselito cuando dijo aquella famosa frase que recuerda un colorista azulejo en la puerta principal de la Plaza: "Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros". Un día de toros, sí, jornada jocunda y llena de alicientes, antes y después de la corrida. Y, por en medio, esas dos horas de presenciar el alegre juego de la muerte sobre el amarillo albero de un redondel impregnado de aromas salinos y acariciado por el soplo de los vientos marineros.
De antiguo le viene a El Puerto su prestigio torero. Ya con anterioridad a los tiempos de Pepe-Hillo o del rondeño Pedro Romero, tenía bien cimentada su fama la Fiesta en nuestra ciudad: aquella antigua Plaza de las Galeras, que sustitutyó a los andamiajes de la más antigua del Polvorista y que fue anticipo de cosos de madera que se fueron sucediendo con los años en el mismo lugar en que hoy se alza el anillo de piedra, hierro y ladrillo, levantado en el último tercio del pasado siglo; una de las plazas de toros más bellas de toda España.
Iglesia Mayor Prioral
ARQUITECTURA Y CONSTRUCCIÓN
Forma su planta un polígono regular de sesenta lados, con un diámetro de 99'80 metros; superficie repartida entre una galería exterior, un anillo a doble planta que ocupan los palcos y las gradas cubiertas, y la escalonada zona de tendidos, con un total de dieciséis filas; el aforo supera las doce mil localidades. El redondel de 60 metros de diámetro -uno de los más amplios que existe- queda separado de los espectadores por dos metros de callejón de barrera. Pero aún no son las dimensiones lo más importante que destacar; sino, sobretodo, esa alegría luminosa y colorista, ese "duende" misterioso que da esa gracia arquitectónica, a la Fiesta taurina en esta ciudad un aire especial.
Fue construida por una Compañía, integrada por un grupo de ilustres patricios a quienes presidía D. Tomás Osborne Böhl de Faber -descendiente de la familia de la ilustre escritora Fernán Caballero-. Con motivo de la celebración del Centenario de la Plaza, se le dedicó otro azulejo, frente por frente al que recuerda la inolvidable frase de Joselito "El Gallo". La inauguración tuvo lugar los días 5 y 6 de junio de 1880 con una doble corrida en la que Antonio Carmona "Gordito", de Sevilla, y el cordobés Rafael Molina "Lagartijo", lidiaron toros de Anastasio Martín y de Saltillo. Bordador, llevaba por nombre el primer toro que se lidió en nuestra Plaza. Y aún luce su bien coronada testa en el antepalco regio del coso taurino.
A partir de entonces, pocas figuras importantes de la tauromaquia habrán dejado de pasar por esta Plaza de tan celebrado renombre, que ha sido testigo de la enconada competencia entre "lagartijistas" y "frascuelistas", de la hombría de D. Luis Mazzantini y el pundonor del sanluqueño Hermosilla; que vivieron las inefables jornadas de "Guerrita" el diestro sin competencia; y entró en el nuevo siglo con "Machaquito" y "El Bomba"; que conmemoró en 1912, con solemne corrida regia, el primer centenario de las Cortes de Cádiz; que admiró el toreo sabio del gran Joselito y estalló de emoción ante los ceñidos muletazos de Juan Belmonte... Y después, Manolete "el Monstruo"; los Ordóñez, los Vázquez, los Bienvenidas, el toreo largo de Dominguin, la revolución de "El Cordobés"...
Para conmemorar la inauguración del palco real por parte de S.M. el Rey D. Juan Carlos I se colocó en el pasillo de entrada un azulejo con el siguiente texto: "El 2 de agosto de 1998 S.M. el Rey D. Juan Carlos I honró con su presencia esta Plaza e inauguró el palco regio siendo Alcade-Presidente del Excmo. Ayuntamiento el Iltmo. Sr. D. Hernán Díaz Cortés y se corrieron toros de Jandilla que lidiaron los espadas Emilio Muñoz, Miguel Baez Litri y Manuel Díaz "El Cordobés". Todas las épocas de la historia del toreo, todas las competencias apasionadas que ha establecido el clásico dualismo español, han cumplido años en la Plaza de El Puerto. Por eso, hacer historia de la Fiesta de toros en esta Plaza, es así como ofrecer un panorama de lo que ha sido, en el correr de los tiempos, la historia de la llamada Fiesta Nacional. Es... ofrecer, en un transparente catavino portuense, una olorosa copa de vino español.
Monasterio de la Victoria
Este edificio se levantó a las afueras de la ciudad. Su fábrica se comenzó en 1504, y en 1517 se debió entregar a los Mínimos de San Francisco, frailes que gozaron de grandes privilegios desde la fundación de la orden.
Monasterio de la Victoria (Penal del Puerto de Santa Maria)
No se sabe con la exactitud la fecha de instalación de estos monjes en nuestra ciudad -la primera de las órdenes religiosas masculinas que se instaló en ella-, pero sí que los Mínimos, en su expansión por Andalucía (Real Convento de la Victoria de Málaga, fundado por los Reyes Católicos, de Andújar, ...) se hallaban en El Puerto en 1502. En 1506 ya estaban instalados bajo el mando de Fray Marcial de Vizines, electo provincial que sería quien en 1517 recibió la donación del edificio que el Duque D. Juan de la Cerda hizo a la comunidad. Según Hipólito Sancho el santuario tuvo en un principio un origen distinto al que luego se le dio, que era el de panteón de los Duques de Medinaceli, entonces señores de la ciudad, por lo que se financió en un primer momento con el patrocinio ducal y más tarde con aportaciones municipales. Así consta en la lápida que se encuentra a la entrada de la iglesia:
"J.H.S. María/ Esta obra mandaron facer los muy ilustres sennores don Juan de la Cer/ da y Donna Mencia Manuel Duques de Medinaceli, Condes del Puerto de Santa/ María. Comencose siete de junio anno del nas/ cimento de nuestro Salvador Jesuchristo de mil quinientos cuatro annos".
Las aportaciones del Duque D. Juan y los recursos de la comunidad permitieron hacer, a lo largo de los años, un edificio suntuoso sin la mezcla chocante de varios estilos, como era tan común en los edificios de la época, resultando un interesante ejemplo de gótico tardío por estas tierras, al que no le faltan algunos elementos renacentistas. El Monasterio consta fundamentalmente de tres elementos: iglesia, claustro y salas capitulares.
IGLESIA
IGLESIA
Lo más fundamental es su fachada, muestra exquisita del arte ojival. Está compuesta de dos grandes machones piramidales adornados con columnillas ojivales adosadas. Entre ambos hay un arco conopial que tiene en su vértice un escudo con las armas de La Cerda: el castillo y el león rampante de las armas reales de Castilla y las tres flores de lis de Francia. Como en otros muchos edificios construidos por esa época, el ascendiente sevillano, sobre todo en el templo, alcanza no sólo a su estructura sino también a la inspiración de muchos de los motivos que la decoran, fundamentalmente la portada, concebida a modo de retablo, con abundantes elementos decorativos góticos y vegetales típicos de los últimos años del siglo XV. De características similares a las de otras iglesias jerezanas del mismo estilo y a la Puerta del Perdón de la Iglesia Mayor Prioral, lo que hace pensar en el mismo autor de esta última. El tímpano de la puerta se halla partido en dos mitades por una hornacina que debió albergar la imagen de Nuestra Señora de la Victoria, titular del Monasterio. De la portada lateral del templo solo quedan restos. El interior es de una sola nave, carece de crucero y tiene ocho capillas laterales amplias, cuatro a cada lado, y la ducal, situada a la derecha del Evangelio y comunicada con la iglesia por una pequeña puerta. Cada una de las capillas tenía su advocación propia. La cabecera de la iglesia alberga la capilla mayor. A los pies destaca el coro, apoyado en un gran arco rebajado con bóveda estrellada. Son muy notables las cubiertas en la que vienen a coincidir armónicamente elementos de dos estilos: el gótico, que fenece y el renacimiento que lo sustituye. Las nervaduras van desde las simples ojivas de las capillas laterales a las de terceletes, el complicado esquema de la nave central o el más elaborado de la cubierta estrellada del presbiterio. El sistema de equilibrio del templo es de arbotantes y botareles, desacostumbrado en esa época en la que ya se usaban contrafuertes. La iglesia del Monasterio fue una de las más frecuentadas, gozó de gran popularidad y en ella se instalaron cofradías penitenciales de gran devoción como las del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia y la de Nuestra Señora de la Soledad.
Monasterio de la Victoria
CLAUSTRO
Es un gran patio cuadrado con galerías en sus cuatro lados. Estas cuentan con todo un repertorio de motivos ornamentales en las claves de las bóvedas, de crucería sencilla, y las ménsulas de apoyo de sus nervaduras. El claustro es una pieza notable. Su construcción se inicia en el gótico, a finales del siglo XV y principios del XVI, contemporáneamente con la del templo. Así, el piso inferior lo forman cuatro pórticos de arcos ojivales peraltados. En este cuerpo inferior hay que destacar los enormes contrafuertes en que descansan los arcos, perforados en su parte inferior por un vano enmarcado por arco conopial, que deja paso a una persona. Sobre uno de ellos, las armas de los patronos. Este primer cuerpo es de estilo gótico y el cuerpo alto tiene elementos renacentistas, en el que se observan claramente dos fases de construcción con distintos detalles decorativos. Y aún hay una última intervención en que los grandes vanos de las arcadas altas se transforman en óculos o ventanas.
Monasterio de la Victoria
REFECTORIO Y SALAS CAPITULARES
Aunque Existió un refectorio primitivo, el que se conserva en la actualidad fue encargado a Francisco de Guindos, maestro mayor de la ciudad, según acuerdo de 24 de diciembre de 1699, por el que se comprometía a la construcción de una Sala Capitular. En realidad, son dos, pero una, la más cercana al templo, es la Sacristía. Ambas salas capitulares están contiguas al refectorio, que fue finalizado en 1700. Otra pieza significativa del edificio es la torre, que sirvió como campanario y está compuesta de dos cuerpos.
USOS DEL EDIFICIO
Desde su fundación, este edificio ha pasado por diversas vicisitudes: su primer destino a panteón ducal que más tarde sería alterado, la invasión angloholandesa de 1702, la riada que siguió al terremoto de 1755, la invasión napoleónica en que fue expoliado y la posterior secularización debido a la desamortización de Mendizábal. En el siglo XVIII fue sede de estudios teológicos y artísticos, y en el XIX, seminario y noviciado jesuita. Más tarde su destino para hospicio, albergue y hospital de heridos de guerra, y el establecimiento en él de un Centro Penitenciario desde los primeros años del siglo XX. El Monasterio es un edificio declarado Bien de Interés Cultural y en la actualidad se ha recuperado como elemento del paisaje urbano local, rescatándolo del anonimato en el que se encontraba hasta hace pocos años y se le quiere volver a su antiguo esplendor monumental.
En la actualidad Apartamentos Turísticos Casa de Los Leones. Denominada popularmente “Casa de los Leones” por los relieves de este animal que se hallan sobre las pilastras que enmarcan la fachada, también es conocida como “la Casa de la Placilla” por el espacio en que se ubica, zona clásicamente comercial próxima a la Plaza de Abastos o del Mercado.
Casa de los Leones
Tradicionalmente se viene calificando a este edificio como la más representativa de las casas barrocas de la ciudad, e incluso se ha dicho que se trata de uno de los ejemplares más característicos de la arquitectura civil del barroco gaditano.
Por varios rasgos y peculiaridades resulta un caso singular dentro del amplio número de casas-palacio de El Puerto que le hicieron recibir el apelativo de “Ciudad de los Cien Palacios”. Su belleza e intenso barroquismo lo han convertido en un edificio pintoresco en el sentido literal del término.
Especialmente la fachada ha sido motivo de inspiración para numerosos pintores que la han representado con distintas técnicas, perspectivas y visión personal. Aunque en esta exposición no se recogen todas las obras, se ha intentado localizar una muestra representativa. Al margen de denominaciones y calificativos, es indudable su valor artístico y la importancia de su conservación. Tras un periodo de abandono y deterioro progresivo, la rehabilitación del edificio en 1999 por parte de la familia Ojeda Lores, propietaria del inmueble, ha supuesto su recuperación, conjugando la adaptación para un nuevo uso funcional con la restauración respetuosa de las partes conservadas.
Esta exposición permanente, patrocinada por el Grupo empresarial Ojelosa-La Perla y organizada conjuntamente con el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, tiene prevista su ampliación a otras zonas del edificio y pretende contribuir al conocimiento y disfrute de un elemento notable del Patrimonio arquitectónico y urbanístico portuense.
LA FACHADA
LA FACHADA
Casa de los Leones
Sin duda el elemento más identificativo y sobresaliente desde el punto de vista artístico es la monumental y grandiosa fachada-retablo. Desconocemos la identidad del artífice, pero su riqueza decorativa e intenso barroquismo constituyen uno de los rasgos distintivos con respecto a otras casas-palacio de exterior más sobrio.
Se caracteriza por el dinamismo, teatralidad, efectos de claroscuro y profusión ornamental propios del estilo barroco en una época ya avanzada. Se divide en tres plantas con distribución simétrica y predominio de la horizontalidad. En el eje central sobresale la original portada, de recargada decoración.
Construida a modo de retablo en piedra, abarca toda la altura de la fachada y se compone de tres cuerpos. El primero lo ocupa la puerta de entrada, cubierta por una especie de cortinaje recogido o dosel labrado. En el centro del dintel aparece una figura femenina con los ojos vendados, tradicional representación iconográfica de la Fe. En el segundo cuerpo, separado por una cornisa sobre ménsulas, una hornacina flanqueada por columnas salomónicas alberga la imagen de la Virgen de Las Caldas y sobre ella otro motivo religioso: la paloma, símbolo del Espíritu Santo. Pilastras rematadas por rostros de seres mitológicos enmarcan estos dos cuerpos.
En el tercer cuerpo se abre el gran balcón alabeado con baranda de hierro de líneas ondulantes. Apoyado en repisas curvilíneas, se decora con motivos geométricos y vegetales. Completa la portada un frontón semicurvo con triángulo central que contiene la fecha de construcción.
En el resto de la fachada abundan los vanos -cuatro en cada planta- distribuidos simétricamente y ornamentados con molduras mixtilíneas. Cornisas entrantes y salientes recorren toda la fachada y la limitan lateralmente altas pilastras clásicas. En ellas, entre el segundo y tercer cuerpo, se asientan los leones que dan nombre a la casa.
EL INTERIOR
Contrasta con la fachada por su sencillez y sobriedad. La planta, tendente al rectángulo, se distribuye alrededor de dos patios separados por el núcleo de escalera. El patio principal, contiguo al zaguán o casapuerta, constituye otro elemento distintivo. Se diferencia del patio característico en este tipo de casas, que suele ser porticado con columnas y arcos de estilo italianizante y de mayores dimensiones. A él se abren galerías con techos de vigas de madera con ladrillos portablas sobre alfajías, y barandas de herrajes tradicionales. En la planta baja forman un paso cubierto sin porticar y el vuelo se refuerza con jabalcones artísticos de hierro forjado. Destacan también los arcos, columna y el artístico friso labrado en piedra que dan acceso a la escalera.
LA VIRGEN DE LAS CALDAS
LA VIRGEN DE LAS CALDAS
Representa otro elemento singular y especialmente emblemático de la casa. Conocida popularmente como la Virgen “de Escaldas”, la advocación y su ubicación en la hornacina a menudo han despertado curiosidad e interés. La imagen ha sido recientemente restaurada y su origen investigado por el Departamento de conservación y restauración del Museo Municipal. De autor anónimo, está realizada en terracota y policromada al óleo con adornos dorados. Las ropas están ricamente decoradas al estilo barroco con motivos florales en bajorrelieve y el rostrillo es de coronas circulares doradas. Porta en la mano izquierda al Niño Jesús, en actitud de bendecir, y en la derecha un corazón flameante. Se asienta sobre una bola mundi con la luna a sus pies rodeada por cabezas de ángeles. La advocación es de origen montañés, muy arraigada en todo el cauce del río Besaya, de donde procedían muchos de los santanderinos asentados en El Puerto, y en los alrededores de Torrelavega, población de la que era originaria la familia Díez de Celis. Cerca se encuentra la localidad de Caldas de Besaya, que tomaría su nombre de unos manantiales de aguas termales. Según parece allí se veneraba a Ntra. Sra. de Las Caldas en una ermita medieval y la efigie fue trasladada en el siglo XVII a su actual santuario. Por entonces la imagen original estuvo vestida con el mismo aspecto que presenta la de la casa, hasta 1953 cuando fue sometida a una restauración que eliminó los ropajes y le devolvió su aspecto primitivo de imagen gótica. Por tanto, los montañeses venidos a El Puerto en el XVIII conocerían a la imagen con un aspecto semejante a la que se encuentra aquí. En cuanto a su presencia en la hornacina de la fachada, no sabemos si se debe exclusivamente a la devoción particular de los dueños de la casa o si tuvo alguna vinculación con el importante y compacto gremio de montañeses.
Casa de los Leones
REHABILITACIÓN Y RECUPERACIÓN DE LA CASA
A finales de la década de los ochenta la finca se hallaba totalmente desocupada y en un estado de conservación que impedía su uso y la apreciación de sus valores estéticos. Ante esta situación la familia Ojeda Lores, propietaria ya de la totalidad del inmueble, emprendió la iniciativa de rehabilitar el edificio. Diversas circunstancias dilataron el proceso, pero en 1996 se presentó el proyecto, promovido por los propietarios y elaborado por los arquitectos Rafael de los Santos Márquez y Javier Moresco Suárez. Una vez aprobado por la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y revisado por técnicos municipales del Excmo. Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, las obras comenzaron en 1998 y concluyeron a principios del año 2000. La casa está catalogada en la relación de edificios protegidos y aparece con la calificación de nivel de protección global en el Plan General Municipal de Ordenación (P.G.M.O.). Las obras realizadas entran dentro de las autorizadas para este nivel, ya que se trata de obras de consolidación, restauración y redistribución, o bien de reconstrucción de lo ya derruido o en muy mal estado. En cuanto al uso, el residencial y comercial se incluye entre los permitidos. El criterio seguido ha sido el de conservar y restaurar en esencia la casa, sus elementos más definitorios -especialmente la fachada, galerías, patio y núcleo de escalera- y la mayor parte de la estructura portante. La adaptación para el nuevo uso se ha realizado distribuyendo los apartamentos y locales dentro del conjunto de elementos a conservar. En suma, esta actuación ha supuesto la recuperación de uno de los edificios más singulares de la ciudad, y la posibilidad de conocer y disfrutar una parte de nuestro Patrimonio Histórico. El Puerto de Santa María fue declarado “Conjunto Histórico-Artístico”, con fuero de especial protección, por Real Decreto 3038/80, de 4 de diciembre de 1980.
Convento de Capuchinas
Antiguo Convento de la Santa Orden de Clarisas de San Miguel, actual Hotel Monasterio San Miguel (* * * *) La fundación del Convento portuense estuvo íntimamente unida al desarrollo religioso del Convento sevillano de Santa Rosalía. Sor Josefa de Palafox y Carmona pensó en fundar un convento de la misma Orden en El Puerto de Santa María. Sin embargo, será su sucesora, Sor Clara Gertrudis Pérez, que tras su muerte en 1724 llevase a cabo todos los trámites para la ansiada fundación.
En 1727 conseguirá la licencia necesaria para llevarlo a cabo de manos del Señor de El Puerto, Don Nicolás de Córdoba y de la Cerda, Duque de Medinaceli. Tres años después, en enero de 1730, cuando ya la ciudad pertenecía a la Corona, se produce el traslado de las primeras religiosas desde Sevilla. Seis religiosas, procedentes del Convento de Santa Rosalía de Sevilla fundan el nuevo Convento de la Orden de Clarisas de San Miguel, más conocido como de Las Capuchinas. En principio se hospedarán en el Convento de la Concepción y más tarde en la Ermita de Santa Lucía. El favor del Arzobispo D. Luis Salcedo y Azcona y las donaciones particulares, permiten la compra de los terrenos del nuevo convento en la Calle Larga. La primera piedra se colocó el 24 de septiembre de 1733, bajo el mando del Maestro Andrés de Paniagua y el Sindico D. Francisco de Vos. La inauguración se produjo en el año 1736, celebrándose los actos con una espectacular procesión en la que participaron las autoridades civiles y religiosas de la ciudad. Las monjas se instalan en él, el 25 de agosto de ese mismo año, una vez quedaron concluidas las celdas en las que iban a residir. La iglesia se concluye en 1747, culminándose las labores con el dorado del Retablo Mayor en 1754. Las monjas, a finales del siglo XX abandonan este edificio, que pasa a pertenecer al Ayuntamiento, siendo adquirido posteriormente por el Grupo Jale, que en el año 1989 lo convierte en el actual Hotel Monasterio de San Miguel. Este hecho provoca un cambio importante en la fisonomía del edificio, aunque las estructuras fundamentales se van a conservar. El acceso al convento se realizaba mediante una portada adintelada, flanqueada por pilastras toscanas, sobre cuya cornisa, se ubica una hornacina que cobija la escultura de piedra de Santa Clara. Esta portada de acceso a un pequeño atrio donde se abre la puerta de la Iglesia, la cual presenta unas características muy semejantes a las de su homónima sevillana, en la que aparece la escultura de San Miguel Arcángel.
Edificio del S. XVIII destinado a mercado de pescado en la llamada Plaza de la Pescadería. Aún se conoce como "El Resbaladero", nombre de un famoso restaurante sito en el mismo edificio hasta hace unos años.
Antigua Lonja
Este edificio albergaba antiguamente a la antigua lonja del pescado o pescadería. Le sucedió en 1876 el que acordó levantar el Ayuntamiento en la misma plaza, justamente enfrente y que fue derribado más tarde para construir allí un bloque de viviendas. Después de ésto se llevó la pescadería a orillas del río, dentro del recinto del muelle pesquero. Actualmente se encuentra en la otra banda del río, donde se ha construido una nueva lonja, moderna y bien acondicionada. El edificio está construido en piedra y conserva la antigua fachada de soportales, formada por seis arcos de medio punto, en medio de los cuales se levanta uno rebajado de mayor altura que coincide con la puerta de acceso al interior. El cuerpo que hay sobre esta puerta principal se levanta a mayor altura que el resto de la fachada, adornado con una decoración de balaustrada en relieve; sobre ella, se conserva todavía un motivo heráldico con el relieve de un pescado, recuerdo de la antigua función a la que estaba destinado. Encima de él, el escudo de El Puerto de Santa María. A cada lado de los arcos que forman los soportales, se hallan dos ventanas provistas de decoración de ménsulas y guirnaldas, que junto con el movimiento de la cornisa y el remate de la fachada, le dan un gusto barroco al conjunto.
DATOS HISTÓRICOS
La historia constructiva de las lonjas se remontan al siglo XIV, edificándose por aquel entonces según las formulaciones goticistas. Las más antiguas presentaban una sencilla estructura. Eran locales abiertos generalmente de planta rectangular, con techumbres de madera o doble vertiente sostenida por arcadas de medio punto y apuntadas, preferentemente sobre columnas. En cuanto a su funcionalidad, puede decirse que eran lugares destinados para reuniones periódicas de comerciantes, en la que se realizaban sus contratos sobre mercancías. En el caso de la Lonja portuense para el pescado, fletes y seguros marítimos.
Fuente de Las Galeras
La Fuente de las Galeras Reales se construyó en el año 1.735 bajo el mandato de Don Tomás de Idiaquez, Capitán General del mar océano. Se realizó una primera reforma más de 100 años después, en 1.842 dándole la configuración actual.
Fuente de Las Galeras
Es una construcción de poca altura cubierta con una bóveda de cañón y dos pequeñas cupulillas en los extremos. En el alzado opuesto al río se levanta la fachada principal, que tiene un remate de piedra en el centro del pretil que bordea la cubierta. La puerta de acceso al interior se encuentra situada en el alzado lateral derecho orientado hacia la desembocadura del Guadalete, en uno de los lados menores de su planta rectangular. En 1842, el maestro mayor Diego de Figueras remodeló la fuente colocándole los seis grifos, el solado y el alicatado con losas de Tarifa y los dos escalones corridos también con la misma piedra. Lo más significativo de esta fuente es el remate en piedra a modo de cornisa donde se enmarca una especie de dosel pétreo cuyo motivo central, el escudo real, está flanqueado por dos leones rampantes envueltos por una decoración formada a base de roleos. Rematan dicha fuente cuatro jarrones esquineros y la corona real.
DATOS HISTÓRICOS
Según se desprende de la inscripción que posee la Fuente de las Galeras en su frente principal, fue construida por el maestro mayor Bartolomé de Mendiola durante los primeros meses del año 1735, bajo el mandato de don Tomás de Idiaquez, nombrado jefe supremo de la Bética por el monarca Felipe V. Con motivo de una de las estancias de sus majestades el rey Felipe V y su esposa Isabel de Farnesio en el Puerto de Santa María durante 1735, se tomó la decisión de adornar la ciudad con aguas surgidas de diversas partes, con la finalidad de proveer la flota y expediciones que se dirigían hacia las Indias, y a su vez pudiesen ser contempladas por cuantos viajeros la contemplasen. A pesar de su magnífica construcción arquitectónica y decorativa, el agua corría sin interrupción durante todo el día, provocando el que las calles se convirtiesen en un fangal produciendo malestar entre los vecinos y un grave prejuicio para la economía de la ciudad. Esta situación se mantuvo hasta mediados del siglo XIX, periodo en el que se comenzó a regular el agua de las fuentes existentes mediante grifos, y a crear toda una red de cañerías que pasarían por las cuatro fuentes principales que poseía la localidad; la de Galeras, la de la Cárcel, la de Santo Domingo y la de la Caridad. Datos: Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico
Desde los orígenes de la empresa americana, la ciudad de El Puerto de Santa María desempeñó un papel destacado que iría aumentando en intensidad hasta los siglos XVII y XVIII. A ello contribuiría en gran medida el ambiente marinero de la ciudad bajomedieval. Pero sería a lo largo de la Edad Moderna, cuando nuestra ciudad se prolongaría hacía el Atlántico, convirtiéndose en importante puerto exportador y mercantil de productos de la zona, y en intermediario entre el interior de la península y el continente europeo con las tierras americanas.
Casa Cargadores a Indias
El colectivo de Cargadores a Indias se hizo fuerte en el siglo XVII cuando las entonces favorables perspectivas atrajeron a esta zona a un buen número de comerciantes que hicieron de la ciudad un centro comercial y cosmopolita. Estos procedían en buena parte de la aristocracia de origen vasco-navarra y del norte peninsular, aunque no faltaron italianos, flamencos o personas procedentes de otras regiones españolas. La vasco-navarra era una aristocracia de dinero y sangre que ocupó un lugar privilegiado en la sociedad local, participando incluso en el gobierno municipal. En general todos estos comerciantes persiguieron ennoblecerse, cosa que su rápido enriquecimiento haría posible en la mayoría de los casos, uniéndose al grupo de nobles hidalgos o miembros de órdenes militares. En 1.717 se produjó el traslado de la Casa de Contrataciones de Sevilla a Cádiz, ofreciéndo un nuevo protagonismo comercial a la Bahía del que El Puerto no quedaría privado. Pero a partir de los últimos años del siglo XVIII y debido, entre otras razones al decreto de libertad de comercio con las colonias (Carlos III, 1.788), nuestra ciudad se debilitó frente a Cádiz en lo que al tráfico ultramarino se refería, comenzando una decadencia comercial que se fue sustituyendo por nuevos horizontes económicos. Además de contribuir con sus ganancias al incremento de un rico patrimonio artístico, sobre todo religioso, los Cargadores a Indias levantaron en la ciudad importantes edificios palaciegos que, cientos de años más tarde, la apodarían con el nombre de "Ciudad de los cien palacios". Lamentablemente muchos de ellos han desaparecido. Otros, aún se conservan en la silueta o en la memoria de nuestras calles y plazas, como los de Reinoso Mendoza, Rivas, Oneto, Vizarrón, Araníbar, Voss, Villareal y Purullena, esparcidos por todo nuestro casco histórico. La Casa-Palacio del Cargador a Indias es heredera de la casa patio sevillana y andaluza y un elemento urbanístico común a las distintas localidades vecinas que participan en el comercio ultramarino. Son los casos de Cádiz, Sanlúcar de Barrameda o El Puerto de Santa María. En todas ellas se considera el edificio civil más representativo y a menudo estaban suntuosamente decoradas y contaban con un amplio servicio doméstico.
En la casa portuense se distinguen varios aspectos comunes: Los materiales: Son nobles, utilizándose piedra arenisca de las canteras de la Sierra de San Cristóbal, revestida muchas veces de cal. También la ostionera -fundamentalmente en la ciudad de Cádiz- y los mármoles, estos últimos para la decoración de las portadas, columnas y solerías de los espacios principales. El ladrillo es empleado en construcción y en suelos. Y para el interior, son las maderas nobles; cedro nogal, caoba,.... procedentes en su mayoría de América, las que se traducen en puertas, balaustradas o vigas. Los interiores se decoran con yeserías y son habituales los azulejos en los zócalos y cubiertas, forja en cierros y balcones, y en ocasiones tejaroces de pizarra. Las cubiertas, a una o dos aguas se suelen cubrir exteriormente con tejas aunque en casas del siglo XVIII se recurre también a las azoteas, cuyos pretiles adoptan formas variadas. Los mejores materiales se reservan habitualmente para el primer cuerpo de fachadas y el patio. Las Casas de Cargadores rivalizaban en ostentación de fachadas y decoración interior, instituyéndose en manifestación de las fortunas y del estatus de sus propietarios. En su conjunto forman una imagen arquitectónica propia del urbanismo portuense.
Casa Cargadores a Indias
La estructura: Todas siguen un patrón italianizante. En planta suelen presentar un primer cuerpo más importante que comprende un zaguán o casapuerta, vehículo de comunicación entre la calle y el bello patio porticado con columnas de mármol de orden clásico. Sobre ellas se apoyan los arcos en los que descansan las galerías del piso superior. En el mismo patio -donde a veces hay una fuente, pozo o aljibe- destaca la escalera de disposición central o lateral, con amplia mesetilla. El patio constituye el centro de ventilación e iluminación de toda la casa y en torno a él se organizan las distintas dependencias. En algunos casos existe otro patio trasero o jardín. En cuanto al alzado se distribuye en plantas, articuladas en cuerpos y separadas por cornisas. La planta baja está destinada a almacenes y bodegas, distribuidos normalmente alrededor del patio. También en ella estaban las caballerizas y cocheras. En el entresuelo o planta intermedia, entre el bajo y piso principal, se encuentran almacenes y oficinas. El primer piso alberga las habitaciones nobles, los grandes salones y dormitorios que constituían la vivienda de los dueños de la casa. El piso superior o ático es el destinado a zona de servicios y acceso a la azotea. Las casas cumplían pues la triple función de vivienda, oficinas y almacenes. Las fachadas suelen ser simétricas y monumentales, destacando la portada principal sobre los otros vanos del edificio. Sobre ella se encuentra el gran balcón del piso principal. Esta es la zona donde se instalan los escudos nobiliarios. Aunque generalmente suelen ser muy limpios, los exteriores de estos edificios pueden adoptar elementos decorativos, sobre todo el el siglo XVIII, cuando se añaden formas propias de la arquitectura colonial: arcos mixtilíneos y polilobulados, almohadillado.... Rematando la fachada, sobre la azotea, se encuentra en ocasiones una torre vigía o torre-mirador que, a menudo decoradas, adoptan modelos variados: terraza, sillón, garita... Estos vigías arquitectónicos oteaban el movimiento de las embarcaciones y configuraban desde el mar, la silueta de la ciudad. En los interiores, sobre todo en la planta principal, destacaban el rico mobiliario y la abundante decoración: artesonados, vigas labradas, yeserías, pinturas al fresco..., manifestaciones de un lujo que solía ser elemento común a todas ellas.
Este post se lo dedico a mi buen amigo Luís Soler Barnils, actualmente vecino de esta hermosa ciudad del Puerto de Santa Maria
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