VALLBONA DE LES MONGES

Los orígenes de Vallbona de les Monges se remontan al año 115º, cuando Ramón de Vallbona i un grupo mixto de eremitas levantaron un núcleo habitacional y una capilla dedicada a Santa Maria.

En 1176 se registra la donación de Vallbona a Ramón de Vallbona y al resto de los eremitas.

Parece ser que los hombres del grupo marcharon y solamente quedaron los religiosos, los cuales se unieron a la orden del Cister, por voluntad de Berenguera de Cervera, que trajo desde la población de Tulebras a Òria Ramírez, que fue la primera abadesa del monasterio.
Alrededor de 1573 nace el municipio de Vallbona de les Monges después de la propuesta realizada por la abadesa Estefania de Piquer (1563-1576) a los aldeanos de Montesaquiu para trasladarse en las cercanías del monasterio. Esta invitación fue impuesta por el Concilio de Trento en 1563, para mantener seguros los cenobios de las religiosas de posibles saqueos.

A estos se les ofrecio alojamiento y tierras para conrear. En un principio se instalaron dentro del recinto del monasterio, pero con los años se fue expandiendo la población fuera de la muralla.

El municipio de ha ido modificando su ámbito territorial y de gestión a lo largo de los años, durante los cuales ha incorporado en varios periodos el núcleo agregado de  Rocallaura. 
Rocallaura  estuvo adscrita a  Vallbona  del año 1920 al 1930. En 1970 volvió a formar parte de  Vallbona  siendo un agregado junto con  Montblanquet  y el término de  Montesquiu . En 2003 se constituyó la  EMD  de  Rocallaura , una entidad municipal descentralizada.

En el término de Rocallaura se encuentra el Hotel Balneari de Rocallaura es un oasis en medio de la naturaleza, que combina el confort y las comodidades de un hotel y la relajación que proporciona un balneario. Es un lugar de contrastes, donde conviven lo tradicional con lo moderno, el descanso con la actividad , el pasado y el presente.
Todo comenzó el año 1908, cuando el Agua de  Rocallaura fue declarada de utilidad pública. Así nació el Balneari, que casi de inmediato atrajo a familias acaudaladas de la época por su entorno mágico y las cualidades termales del agua. En el 1908 se empezó a construir en sus alrededores un hotel que, después de varias remodelaciones se ha convertido en el establecimiento actual, alberga un total de 82  habitaciones, incluyendo 9 Junior Suites y 6 Suites.
Su decoración es austera pero elegante, con unas instalaciones que se extienden en 2.000 m2, aunque considero que carece del componente necesario para este tipo de alojamientos, incluir el recorrido por sus aguas termales, a las que los huéspedes pueden acceder previa cita y pago, exceptuando la piscina cubierta, pequeña para el número de huéspedes, que además rompe el encanto del relax, al ser tanto para adultos como para niños.
Otra de las cosas que encontré a faltar es el albornoz y las zapatillas, algo imprescindible en un hotel balneario, que si bien, puedes solicitar en la recepción del balneario, te encuentras en un sábado que se han agotado, no hay que olvidar tampoco el gorro de baño.
El servicio de restauración (buffet), básicamente para las cenas, correcto y muy variado, nada que objetar, como tampoco a las habitaciones, amplias y confortables, recordando los hoteles de alta montaña, por los techos inclinados de la mayoría de ellas.
El servicio de masajes, que junto a la piscina, fue lo único que pudimos disfrutar, excelente, con unos precios razonables para lo que acostumbrar a ser estos establecimientos.
Piscina libre
Piscina circuito termal

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