MONASTERIO DE SANTES CREUS

Tengo un especial cariño al Monasterio de Santes Creus, al igual que al de Poblet, pero quizás a este último un poco menos, ¿porqué?. Fue mi primer viaje como guía, yo en la época tenia como 17 años, y me mandaron con una excursión dominical que hacia ambos monasterios y comíamos en la Espluga de Francolí.

Este viaje lo repetí como tropecientas veces.

En Poblet la visita se hacia siempre con guía, ya que había varios, pero en Santes Creus, sólo había uno, y cuando llevaba varios viajes y había afluencia de público, la visita a mis clientes la hacía yo. Incluso la Diputación de Tarragona, a petición del guía del monasterio me nomino guía oficial.

De esto hace tantísimos años que, ahora para comentarla, y hacerlo bien, he tenido que recurrir al folleto del Monasterio para no errar, aquí no puedo errar.

Este año al cumplir 70 años, he vuelto para rememorar viejos tiempos.
HISTORIA
La historia del monasterio de Santes Creus se inicia con una donación de tierras, ubicadas en Cerdanyola del Vallès, efectuada por el noble Guillem Ramon de Montcada en fecha 4 de diciembre de 1150 a la abadía rosellonesa de la Grand Selva, para que un grupo de monjes cistercienses emprendiera la fundación de un monasterio. Ese establecimiento significó el nacimiento del monasterio de Valldaura. Con el paso de los años, la comunidad decidió buscar un territorio más adecuado a las necesidades de una abadía cisterciense. Así, el conde Ramon Berenguer IV intercedió para que se obtuvieran nuevas tierras en Ancosa, en la comarca de Anoia, pero la falta de agua obligó a la comunidad a persistir en su búsqueda. El 2 de junio de 1160, Guerau Alamany de Cervelló y Guillem de Montagut ofrecen a la comunidad las tierras de Santes Creus situadas en la margen izquierda del río Gaià. Dado que la zona reunía condiciones adecuadas al espíritu cisterciense, el asentamiento adquiere carácter definitivo.

En los primeros siglos se establecieron estrechos lazos entre el monasterio de Santes Creus y linajes nobiliarios de renombre. Esas relaciones contribuyeron al incremento del patrimonio y de los dominios territoriales del cenobio. 
Los años de mayor esplendor económico, social y político llegaron con el vínculo con la Corona. El abad Bernat Calbó mantuvo una fructífera amistad con el rey Jaume I y, posteriormente, el abad Gener consiguió atraer el favor de Pere el Grande; sin embargo, fue con los abades Bonanat de Vila-seca y Pere Alegre cuando el monasterio de Santes Creus consiguió el mecenazgo y la protección del rey Jaume el Justo y la reina Blanca de Anjou. Ambos fueron enterrados en uno de los magníficos monumentos funerarios del crucero de la iglesia; en el otro, una joya arquitectónica y artística, descansa el rey Pere el Grande.
En el siglo XV se inició un estancamiento de la vida material y espiritual del monasterio. La elección del abad Pedro de Mendoza abrió un período de recuperación en todos los ámbitos y él fue el único abad de Santes Creus que presidió la Diputación del General de Cataluña durante el trienio 1497–1500.

La guerra de la Independencia (1808–1814) y el Trienio Liberal (1820- 1823) acentuaron el empobrecimiento del cenobio habitado en condiciones bastante precarias por una cuarentena de monjes. Las desamortizaciones del siglo XIX afectaron a la comunidad y, en 1835, los monjes abandonaron definitivamente el monasterio. Con la ley de desamortización promovida por Mendizábal se decretó la venta de las propiedades y bienes eclesiásticos.
En el año 1921 el conjunto monástico fue declarado monumento nacional y, algunos años más tarde, se constituyó el Patronato de Santes Creus con el objetivo de velar por la reconstrucción y la restauración del monasterio. En 1947 se creó otra entidad, el Archivo Bibliográfico de Santes Creus, para promover el estudio y la defensa de la historia del monumento. Incluido en los monumentos patrimonio de la Generalitat, está gestionado por el Museo de Historia de Cataluña y está situado en el término municipal de Aiguamúrcia.


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Claustro - Siglo XIV
Su construcción se inició en el año 1313 bajo el patrocinio del rey Jaume el Justo y de la reina Blanca de Anjou. La evolución de la obra se vio favorecida por la llegada, en el año 1331, del maestro de obras y escultor Reinard des Fonoll, que dirigió los trabajos de construcción durante unos años y participó en la realización de los motivos escultóricos de los capiteles. En 1341, el abad Francesc Miró (1335- 1347) dio la obra por finalizada y procedió a su bendición. El claustro es de estilo gótico, muy rico en decoración y, por lo tanto, se aleja de los preceptos de sencillez y austeridad propios de los monjes cistercienses. Las galerías están cubiertas con bóvedas de crucería y los ventanales de arcos ojivales se llenaron de magníficas tracerías. La descripción de las imágenes de los capiteles o la explicación de su simbolismo serían tarea demasiado larga y compleja; aún así, hay que valorar la calidad artística y la amplia variedad de los motivos representados: seres fantásticos o mitológicos, motivos zoomórficos, escenas bíblicas, elementos heráldicos y todo un abanico de personajes diversos.

Fruto de los vínculos y los privilegios establecidos con amplios sectores de la nobleza catalana, el espacio se convirtió en una necrópolis nobiliaria.
Galería sur
Este claustro gótico ofrece una riqueza escultórica excepcional. En los capiteles que presiden el acceso al templete del lavabo, destacan las figuras de animales exóticos, como un elefante o un simio, así como las de animales fantásticos, como un grifo –mitad águila, con pico y alas, y mitad león– o dos dragones con los cuellos entrelazados. También se puede ver un conjunto escultórico presidido por un “hombre verde” o green man. Es un personaje representado por una cara de cuya boca brotan ramas con hojas. Se ha interpretado como el nacimiento de la naturaleza, es decir, el ciclo de las plantas, con los animales a un lado y la recolección de los frutos al otro.

Un paseo por la galería sur del claustro permite descubrir, entre otras, imágenes de animales
–un murciélago, un gallo una grulla, una oca…– y de seres mitológicos como, por ejemplo, una sirena con medio cuerpo de mujer y medio de pez.
Las urnas sepulcrales ubicadas en esta galería corresponden a personajes nobiliarios destacados. En la primera hornacina, cercana a la Puerta Real, reposa Ramon Alamany de Cervelló, uno de los nobles que acompañó al rey Jaume I en la conquista de Mallorca y que murió en dicha expedición. En la tapa del sepulcro se representa la estatua yaciente del caballero vestido de guerrero. La urna siguiente acoge a su esposa Gerarda o Gueraua de Cervelló. El tercer arcosolio contiene el sepulcro de Guillem de Claramunt, también muerto en Mallorca, y su mujer Guillema. En la cuarta hornacina se encuentra la tumba de Bernat de Salbà y otros miembros de su familia. En este caso, en la tapa está escupida la figura del personaje con el hábito cisterciense. A continuación, en el quinto arcosolio, se encuentra una pequeña urna sepulcral con los restos de Berenguer de Llorac, señor de Solivella. En la última hornacina se halla el sarcófago del linaje de los Montbrió, decorado con sus escudos nobiliarios y otros relieves, y que probablemente ofrece descanso al caballero Bernat de Montbrió.
Galería este
Los capiteles de los ventanales de la galería este presentan elementos escultóricos singulares y en buen estado de conservación. Se puede ver un caballero esculpido con la malla, el escudo y la espada; a su lado, un músico tocando una cornamusa. Frente a la puerta de acceso al dormitorio se encuentra una de las figuras más conocidas del monasterio: un picapedrero o un escultor representado con sus herramientas en las manos. Está considerado por algunos historiadores como el autorretrato del maestro de obras Reinard des Fonoll.
Antes de llegar al locutorio, en este muro de levante, aparecen vestigios de las ménsulas que sostenían el osario de Guillem de Salmella. Entre el locutorio y el dormitorio se conserva la urna con los restos de los Castellet. La familia Aguiló cuenta con un pequeño sarcófago para los restos de Pere y Gerard d’Aguiló, situado entre la sala capitular y la capilla de la Asunción. En el mismo muro, al otro lado de la capilla, se halla el osario de la familia Pinós y en su interior reposan los restos del noble Galceran de Pinós, personaje vinculado a una de las leyendas más difundidas de nuestra cultura popular. El último sepulcro de la galería se encuentra en un arcosolio y pertenece a los Montcada. Entre los miembros del linaje enterrados en Santes Creus –tuvo otras tumbas en el interior del monasterio– destacan Ramon de Montcada, señor de Tortosa, y Guillem de Montcada, vizconde de Bearn, ambos muertos en la conquista de Mallorca.


Galería norte
En el muro de la iglesia se abren seis arcosolios con las urnas funerarias de las siguientes casas de la nobleza catalana: en primer lugar, otro sarcófago de los Cervelló; en la segunda hornacina, un sepulcro del linaje de los Cervera, también vinculados a Santes Creus; en el tercer arcosolio, la tumba de los nobles de Queralt, entre los que cabe recordar a Pere de Queralt, consejero y cortesano de Pere el Grande; en el cuarto, el sepulcro de la familia de Puigverd, más concretamente de Berenguer de Puigverd; en quinto lugar, el sarcófago con los restos de Guillema de Montcada, llamada la “invicta amazona” y protagonista de una leyenda relacionada con su participación en la lucha contra los sarracenos para liberar a su marido; el último arcosolio contiene el sepulcro de Pere y Ponç de Cervera.

Los capiteles de la galería presentan decoraciones vegetales como las hojas de parra, de hiedra, de encina, de roble, de ortiga… De todas formas, la mayoría de las imágenes corresponden a personajes fantásticos o mitológicos como las arpías –con rostro de mujer y cuerpo de ave de rapiña– o los “hombres verdes”. También se encuentran monstruos alados con largas barbas y rostros humanos con las barbas rizadas o arregladas. Las representaciones de animales muestran cerdos comiendo bellotas, simios –vestidos y con la cabeza cubierta con un gorro o un pañuelo–, una lechuza, un ave de rapiña…
Galería oeste
El muro de la galería de poniente presenta dos arcosolios con el sepulcro de la familia Montoliu, al lado de la iglesia, y el de los Tarragona.
Los motivos esculpidos en los capiteles de los ventanales destacan por la diversidad de elementos reproducidos y por su calidad artística. Se encuentran representaciones heráldicas –los escudos de la reina Blanca y el rey Jaume II, los de algunos abades–, de animales –un pelícano, perros, simios con diferentes vestimentas y actitudes, leones de cuerpo entero o sólo su gran cara…–, de figuras humanas femeninas y masculinas diversas –como un arquero o un guerrero–, de caras con todo tipo de complementos –con alas, con sombrero o pañuelo en la cabeza, con barba, con colmillos–, de personajes mitológicos –como un centauro– y, sobre todo, de una serie de monstruos que resultan de la mezcla de características de seres imaginarios y reales. Merece una mención especial la secuencia escultórica de temática bíblica situada en el pilar de la esquina entre la galería sur y la oeste. Las escenas van componiendo la narración del Génesis desde la creación de Adán y Eva hasta la expulsión del Paraíso.
Templete del lavabo Siglos XII- XIII
Es una edificación de planta hexagonal con una cubierta constituida por seis nervios. En comparación con los del claustro, sus arcos son bastante pesados y los capiteles contienen decoraciones vegetales tales como hojas de lirio de agua. Tanto por la composición arquitectónica como por la austeridad decorativa, es una obra en el más puro estilo cisterciense y testimonio de la primera etapa constructiva del cenobio.

Los monjes, después del trabajo y antes de entrar en el refectorio para efectuar sus comidas, se lavaban las manos en la fuente circular situada en el centro del templete.
Parlatorio Siglos XII- XIII
El parlatorio o locutorio comunica el claustro principal con el posterior y se utilizaba básicamente para dos funciones: por un lado, solía ser el lugar donde el prior se reunía con la comunidad para repartir las labores de la jornada en los campos de labranza, los huertos..., o para encomendar las tareas derivadas de la vida en común; por otro lado, era el único espacio del cenobio donde los monjes podían mantener breves conversaciones entre ellos, aunque, eso sí, se recomendaba un uso prudente y mesurado de la palabra.
El parlatorio presenta una planta rectangular cubierta por una perfecta bóveda de cañón con una imposta ruda y sencilla. También hay dos largos bancos de piedra adosados a las paredes, antiguamente revestidos de madera.

Claustro posterior Siglos XIII- XVII
Su construcción aún plantea algunos interrogantes históricos y arquitectónicos. La planta es trapezoidal y está cerrada por una serie de arcos apuntados de factura arcaizante. Las aberturas en forma de ventanales o de grandes ojos de buey son testimonio de la existencia de un piso superior. El claustro cuenta con un patio ornado con un surtidor central y ocho altos cipreses. Este proyecto de ajardinamiento fue elaborado por el arquitecto Jeroni Martorell en época de la Mancomunitat.
La combinación de elementos arquitectónicos y ambientales origina un espacio para el recogimiento y la reflexión y, a la vez, rezuma serenidad
y quietud.
Escritorio Siglos XII- XIII
La copia de manuscritos ricamente iluminados y la redacción de documentos eran trabajo propio de los monasterios medievales. A pesar de ello, Bernardo de Claraval dictó normas restrictivas sobre esta actividad consistentes en la reducción de los colores, la limitación de la ornamentación a las letras capitales y la supresión de los elementos figurativos.

La dependencia tiene una planta rectangular cubierta por seis bóvedas de crucería que confluyen en dos grandes columnas centrales. Esta estructura evoca unas espléndidas “palmeras de piedra”. La austeridad decorativa, la rudeza de los elementos arquitectónicos o el grueso de las paredes son indicadores de un estilo aún poco definido conocido como románico ojival. En el siglo XVII el escritorio perdió su función original y se inició el nuevo uso de la estancia como bodega. En la actualidad, muestra el audiovisual El mundo del Císter y sólo puede visitarse en este contexto.
Cárcel Siglos XIII- XIX
Su función se aproximaría a la de unas celdas de castigo o un lugar de penitencia. La Regla de San Benito contemplaba la posibilidad de recibir castigos físicos cuando no había actitud, lección ni castigo que permitieran corregir un comportamiento equivocado, cuando un monje era culpable de incumplimientos reiterados de la Regla. Como testimonio de este uso nos han llegado unos grafitos, situados en el techo, y una pintura mural de la crucifixión de Jesús, a la altura de un segundo piso.
Se accede a la cárcel pasando por una portezuela y un par de peldaños. Una vez en el interior, sorprenden la humedad del lugar y la ubicación elevada del techo. El espacio es de dimensiones reducidas y, en el pasado, se habría organizado en dos niveles.
Cocina Siglos XVII- XIX
La mayor parte de la estancia, situada en la galería sur del claustro posterior, permanece a la intemperie y nos han llegado de ella escasos testimonios materiales identificadores. Cabe mencionar un amplio arco de obra con ladrillo abierto de un extremo a otro de la sala, así como los dinteles trabajados de alguno de los ventanales. Otros elementos conservados son unas enormes picas de piedra –los fregaderos–, una gran mesa de trabajo, unas muelas, un fogón de piedra y un molinillo. El pasaplatos permitía el tránsito diario de platos de la cocina hacia el comedor y viceversa.
El aprovechamiento del agua se convierte en un tema esencial y perfectamente resuelto en un monasterio cisterciense. Hay que regar los huertos y hacer funcionar los molinos; y también hay que conducir el agua a los lavamanos, las letrinas y, naturalmente, a la cocina.
Refectorio Siglos XVII- XVIII
Originalmente era parte del Palacio Real, residencia construida en este sector del recinto monástico, y su función era ejercer de sala de recepciones o de saló del tinell. Con los años perderá dicha función y la sala, siglos después, será reformada y convertida en refectorio. La cubierta original, constituida por una serie de arcos diafragma y por un tejado a dos aguas, será sustituida por un techo enyesado de mayor altura y decorado con molduras. También se añadirá un friso cerámico adosado a las paredes de la estancia y se abrirá el pasaplatos.
Las legumbres, la verdura y la fruta procedentes de los huertos del monasterio constituían su base alimentaria. Dichos alimentos se acompañaban de una ración de pan y de un poco de vino. Se comía pescado fresco o salado, huevos, quesos caseros... En invierno se preparaba un plato caliente y en verano se recurría más a las ensaladas. La carne, en principio, no estaba permitida; aunque se hacían excepciones con algunos enfermos.
Palacio Real Siglos XIII- XVI
La construcción se inició por iniciativa del rey Pere el Grande, pero la finalización de la edificación –fechada en el año 1310– y su enriquecimiento estuvieron a cargo de Jaume el Justo y Blanca de Anjou. Finalmente, en la época de Pere el Ceremonioso se inician una serie de intervenciones y ampliaciones, de la mano de algunos abades, con el objetivo de transformar la residencia en palacio abacial.

Su estructura es la propia de los palacios de la época medieval pertenecientes al gótico civil catalán; es decir, un patio a cielo abierto, una escalera de acceso y una galería superior con las estancias articuladas a su alrededor. La galería presenta una serie de arcadas sostenidas por esbeltas columnas y en el techo aún se puede ver un artesonado decorado con policromía. La barandilla de piedra de la escalera tiene en los dos extremos decoración figurativa consistente en representaciones animales; y la columna de pórfido integrada en esta composición, una pieza exótica y lujosa, manifiesta el contraste entre la austeridad monacal y la exuberancia real.
Estancias primitivas Siglos XII- XVII
Conjunto de restos constituidos por diferentes arcos de piedra y por testimonios en alzado de antiguas paredes que correspondían, probablemente, a las dependencias monásticas necesarias para establecer el asentamiento de los primeros monjes procedentes de Valldaura. Entre los restos se encuentra un monolito conmemorativo dedicado a fray Guillem Mestres, monje de Santes Creus nombrado, después de la exclaustración de 1835, vicario de la parroquia de Santa Llúcia. El fraile se convirtió en custodio y defensor de la integridad del monumento y se le recuerda como el primer restaurador del monasterio.
Capilla de la Trinidad Siglo XII
Erigida para acoger las plegarias y los oficios religiosos durante los años iniciales de establecimiento en Santes Creus, con los siglos se convirtió en la capilla de la enfermería nueva. Es una iglesia de dimensiones reducidas, con una planta rectangular sin ábside y cubierta por una bóveda de cañón ligeramente apuntada. La abertura a levante y a poniente de las dos ventanas de arco de medio punto, así como la orientación del templo –de este a oeste– garantizan que la luz solar se aproveche al máximo.
La Capilla de la Trinidad coincide con la tipología propia de muchas iglesias de finales del siglo XII. En la cabecera se colocó la talla de madera de un Santo Cristo Crucificado elaborada en el siglo XV.
Enfermería Siglos XVII- XVIII
Es un edificio de época barroca erigido con materiales más bien pobres, como piedras de dimensiones reducidas y muy irregulares. El ladrillo se utilizó en la serie de arcos del segundo piso que responden a un añadido fruto de la reforma impulsada en el siglo XVIII. La planta baja contenía un almacén de ropa y unos lavaderos, y el primer piso fue destinado a la enfermería nueva.

Este lado del claustro posterior y la enfermería sufrieron con mayor intensidad los efectos devastadores de la exclaustración. La dependencia fue reconstruida en 1935 y actualmente es un espacio que no se puede visitar.
Estancias de los monjes jubilados Siglo XVII
Situadas entre el ala norte del claustro y la enfermería, de ellas sólo ha sobrevivido un excepcional arco catalán o escarzano que se mantiene desafiando el paso del tiempo y la destrucción
sufrida a raíz de la tercera guerra Carlista (1872- 1876). El estado de conservación de los habitáculos de los monjes jubilados y del conjunto de edificaciones situadas a levante –las estancias primitivas– era bastante bueno en el momento de la desamortización, pero en el año 1874 dichas dependencias sufrieron daños al extraérseles las vigas y la piedra para usarlas en la fortificación del vecino pueblo de Vila-rodona; el miedo a un posible ataque carlista y la urgencia por fortificar la villa justificarían ese desgraciado episodio.
Torre de las Horas Siglo XVI
Para descubrir la torre de las Horas hay que levantar la vista hacia la iglesia. El abad Jeroni Contijoch (1560-1593) ordenó su edificación en 1575 para alojar la máquina del reloj y las campanas. Es una torre de planta cuadrangular y en una de las paredes se aprecia la curvatura o el abombamiento exterior de la escalera de caracol. A cada lado tiene una ventana rectangular con los marcos ligeramente moldurados y con tres escudos en cada uno de los dinteles; en el del medio aparece la heráldica del abad constructor y en los otros dos hay dibujada una cruz griega.
Cementerio Siglos XII- XIX
El cementerio será un reflejo de la austeridad, la humildad y la sencillez propias de la reforma monástica cisterciense, así como de la funcionalidad o del sentido económico de sus realizaciones. La muerte se entendía como un tránsito y un momento solemne para la comunidad. Cuando se producía una defunción, se desnudaba y lavaba al monje fallecido y se lo volvía a vestir con el hábito. Después de su traslado a la iglesia y de la vigilia, se oficiaban las exequias por su alma y, sin ataúd, se lo enterraba en el cementerio. En este espacio sólo ha perdurado el sentido o el espíritu original del Císter. Una gran cruz de piedra es el único símbolo necesario para acoger a todos.
Cabecera Siglos XII- XIII
La iglesia mayor presenta una cabecera con una pared plana y un conjunto constituido, de forma sencilla, por un gran rosetón y tres ventanales alargados de arco de medio punto. Las aberturas aseguraban la iluminación interior del edificio y, al mismo tiempo, también tenían un simbolismo evidente relacionado con el misterio de la Santísima Trinidad: Dios, una sola naturaleza, representado por el rosetón; y la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo–, por las tres ventanas. El rosetón, que ha sido fechado alrededor del año 1193, cuenta con dieciséis lóbulos y está cerrado por un ajedrezado. En 1992 la iglesia fue restaurada y conserva buena parte de sus vitrales originales, hoy considerados de los más antiguos del tipo cisterciense.

Sala Capitular Siglo XII
Aquí los monjes, que se sientan alrededor de la sala en los peldaños adosados a las paredes, se reúnen con el abad para la lectura diaria de un capítulo de la Regla de San Benito.
Es una de las estancias monásticas más importantes y más logradas a nivel arquitectónico. Cuenta con una planta cuadrangular y una cubierta de bóvedas de arista. Los nervios de los arcos confluyen en cuatro columnas centrales de piedra que reproducen con fidelidad una palmera: la columna sería el tronco del árbol; y los nervios, sus hojas.
Austeridad, sencillez y equilibrio son adjetivos adecuados para esta dependencia.
Capilla de la Assumpta Siglo XVI
Habría correspondido al armarium del monasterio, lugar en el que se guardaban los libros utilizados por los monjes en los ratos de lectura en el claustro. El abad Jaume Valls (1534-1560) lo convirtió en capilla de la Assumpta en el año 1558. Esta obra se pagó con el legado efectuado por Magdalena Valls de Salbà, hermana del abad, enterrada bajo la losa sepulcral del suelo de la capilla. El espacio es de dimensiones reducidas y en él se colocó un grupo escultórico llamado La dormición de la Virgen.
Puerta de la monjía Siglo XII
Era el acceso que utilizaban los monjes para entrar en la iglesia y ocupar rápidamente la sillería del coro. Encima de la puerta se colocó un conjunto escultórico referente al Juicio Final, con una cronología a caballo entre los siglos XIII y XIV. En la pared del ala de levante aparece una imagen de la Virgen y el Niño fechada en el siglo XIV y conocida como la Virgen del Claustro. En este muro, junto a la puerta de la Lección, también se abre el arcosolio con el sepulcro de Guillem y Ramon de Montcada, muertos en la batalla de Portopí durante la conquista de Mallorca. En la galería norte, conocida como el ala de los estudios, los monjes se sentaban a leer o a estudiar en el banco de piedra adosado a la pared de la iglesia.

Iglesia Siglos XII- XIV
La iglesia abacial es de ábside truncado y reproduce fielmente el plano bernardino. Tiene una gran capilla central de planta cuadrangular y dos capillitas más pequeñas a cada lado. En su interior hay diversos retablos elaborados a lo largo del siglo XVIII. El más valorado artísticamente es el retablo mayor, obra de Josep Tramulles, esculpido y decorado entre 1647 y 1679. Este retablo barroco sustituye al anterior, de estilo gótico, trabajado por Lluís Borrassà. En los años iniciales, la cabecera estaba presidida por el espléndido rosetón, arriba de todo, y los tres ventanales debajo. El evidente simbolismo de la composición y de la luz a través de los vitrales bastaba para llenar la iglesia y el espíritu de la comunidad. En el rosetón y las ventanas de la zona norte de la nave transversal se conservan vitrales elaborados a principios del siglo XIII y considerados uno de los pocos conjuntos de vidrio cisterciense que se conservan en Europa.


Mausoleo de Jaume el Justo (+1327) y de Blanca de Anjou (+1310) 
El sepulcro doble del rey Jaume y la reina Blanca fue encargado en el año 1312 al maestro constructor barcelonés Bertran de Riquer y al escultor leridano Pere de Prenafeta. La intención era construir un mausoleo parecido y de proporciones también similares al de Pere el Grande, al otro lado del crucero, con el sepulcro en el interior de un dosel de estilo gótico.
El monumento funerario está formado por una caja de pizarra dentro de una urna cuadrangular de piedra esculpida con una serie de arquitos ojivales trebolados y con pináculos. El sepulcro se cubrió con una tapa a dos aguas que, inspirada en el modelo ideado por Luís IX de Francia al organizar el panteón real de Saint-Denis de París, incorporó las imágenes yacentes y en pleno volumen de los soberanos. Esto significó la introducción de una tipología funeraria fundamentada en la inclusión de las estatuas yacentes de los monarcas en las tapas de los sepulcros. La escultura de la reina fue trabajada por Francesc de Montflorit, mientras que la autoría de la de Jaume el Justo ha planteado más dudas

Mausoleo de Pere el Grande (+1285) Siglos XIII- XIV
La construcción del mausoleo del rey Pere se inició en 1291 con la participación del escultor Bartomeu de Girona, el cantero Guillem de Orenga y los pintores Gil, Pere Sanç y Andreu de la Torre. El cuerpo del rey descansa dentro de una gran urna o vaso de pórfido elaborado, en opinión de algunos historiadores, en época antigua, concretamente constantiniana. Esta magnífica pieza fue cubierta con una losa de jaspe y un pesado cuerpo de piedra esculpido con imágenes y arquitos góticos trebolados. Al alto valor artístico y arquitectónico del conjunto cabe sumarle su relevancia histórica, pues se trata de un sepulcro real no profanado.

A los pies del mausoleo de Pere el Grande hay una sencilla losa funeraria que corresponde a la tumba del almirante Roger de Llúria. Con los siglos, el estandarte de la familia Llúria se ha convertido en la bandera de la marina catalana a rayas blancas y azules en diagonal.
Nave Siglos XII- XIII
Las obras de la iglesia mayor del monasterio se iniciaron en el año 1174, con el abad Pere de Santes Creus, y se la abrió al culto –consagrándola, como era habitual en el Císter, a la Virgen María– en 1211, bajo el abadiato de Bernat de Àger. En 1225 se habían erigido los tres primeros tramos; aún así, no se terminó definitivamente hasta el año 1411.

La iglesia tiene planta de cruz latina con tres naves separadas por sólidos pilares que se encargan de soportar, con la ayuda de los gruesos muros del edificio, un techo de bóvedas de crucería y anchos arcos fajones ligeramente apuntados que se integran en los pilares de la nave central a través de una solución arquitectónica original y austera: una especie de rollos o ménsulas acanalados. La monumentalidad de la construcción contrasta con su falta de decoración escultórica. El gran ventanal gótico de la fachada, elaborado alrededor del año 1300 y con vitrales ricamente policromados, es la única licencia decorativa en la extraordinaria austeridad del templo.
Galería de los conversos Siglos XIV- XVI
Era la galería del claustro utilizada por los conversos o hermanos legos para acceder a la iglesia. A lo largo del corredor se habrían organizado las estancias destinadas a dichos miembros de la comunidad, probablemente derribadas al fortificarse el cenobio. Si se dirige la mirada hacia la iglesia, se aprecia una de les imágenes más conocidas del monasterio: el imponente cimborrio que corona el crucero y la Torre de las Horas.
Priorato Siglos XIV- XIX
En la década de los noventa se recuperó el edificio del priorato y se acondicionó la planta baja, correspondiente a la antigua bodega, como uno de los espacios dedicados al audiovisual El mundo del Císter. Este magnífico montaje escenográfico muestra, con la ayuda también de un esclarecedor guión, el origen de la reforma de los monjes cistercienses, los rasgos definitorios de su orden religiosa, las actividades propias de su vida monacal y las características arquitectónicas de sus monasterios.
Puerta Real Siglo XIV
Es una puerta de medio punto formada por una línea de am- plias dovelas, enmarcada por arquivoltas y con un goterón floronado. Los restos de un hipotético porche sobresalen a ambos lados. La Puerta Real se construyó por iniciativa de la Corona. Por esta razón hay en ella una dovela con el escudo de las cuatro barras de Jaume el Justo y dos dovelas más con la flor de lis de la reina Blanca de Anjou.
La plaza que está delante, llamada de Jaume el Justo, se creó por derribo de la bodega y del refectorio de los conversos en el año 1378. Su aspecto es fruto de las obras de urbanización de 1957, que consistieron en la pavimentación del suelo y la construcción del estanque con los surtidores de agua.

Fachada de la iglesia Siglos XII- XIV
En la fachada se advierten tres etapas constructivas o momentos históricos: en primer lugar, la portalada y las ventanas laterales de arco de medio punto pertenecientes al románico; después, el ventanal gótico con vitrales de la nave central; y, finalmente, las almenas construidas cuando, hacia el año 1376, Pere el Ceremonioso, ordenó la fortificación del monasterio. La portalada está decorada con arquivoltas y los capiteles están ornados con motivos zoológicos y vegetales. A ambos lados, unas columnillas molduradas y adosadas a la fachada se han interpretado como los restos de un posible nártex o pórtico destinado a cubrir la entrada en la iglesia.
Plaza de Sant Bernat Calbó Siglos XIII- XIX
Esta plaza alargada, limitada por las edificaciones y cerrada por el Portal de la Assumpta, respondía a la media clausura del monasterio. En el siglo XVIII, en pleno centro se erigió una fuente dedicada al abad san Bernat Calbó, representado en la pieza escultórica que corona el conjunto; y los edificios correspondían a las casas de los monjes jubilados, la hospedería, el hospital de los pobres, la tesorería... El Hospital de los Pobres de Sant Pere y Sant Pau fue reformado a partir del siglo XVI y se convirtió en Palacio del Abad. Un pequeño claustro de gusto renacentista se esconde en su interior y actualmente una parte del edificio alberga el Ayuntamiento. Las construcciones se unificaron estéticamente con los esgrafiados de las fachadas.

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