SANTA CATARINA

El estado de Santa Catarina, dividido en dos secciones por las montañas. A lo largo de la región costera que alberga la capital Florianópolis, permanecen los restos de la colonización portuguesa. Las tierras altas exhiben fuerte influencia alemana muy visible en pueblos como Blumenau, Brusque y Joinville.

Una tierra con mil maneras de ser. Maneras de ser de la naturaleza y maneras de ser de los humanos. Localizada al sur de Brasil, entre los estados de Paraná y Rio Grande do Sul, Santa Catarina recusa definiciones. Este pequeño estado brasileño, con aproximadamente 6 millones de habitantes, reúne en sus sencillos 95 mil Km2 una gran diversidad de escenarios y de personas que deslumbra a todos los que la visitan. Playas de arena blanca, bosques tropicales y sierras nevadas. Pescadores azorianos, agricultores italianos e industriales alemanes. Una tierra de bellos y definitivos contrastes, y justamente por este motivo, tan fascinante.

En la economía estos contrastes se repiten. Una agricultura fuerte, asentada en minifundios rurales, comparte el espacio con un parque industrial actuante, el cuarto mayor del país. Industrias de porte grande y miles de pequeñas empresas están diseminadas por todo el estado y se encuentran vinculadas a los centros consumidores y puertos de exportación a través de una eficiente red viaria. Rutas que también estimulan el turismo, vocación innata del pequeño estado, que actualmente es el tercer mayor centro turístico nacional.

El equilibrio y el dinamismo de la economía catarinense se reflejan en los elevados índices de crecimiento, alfabetización, empleo y renta per cápita, muy superiores al promedio nacional. Números que sorprenden y complementan el perfil fascinante de uno de los más productivos y bellos estados brasileños.

Fueron los portugueses - bandeirantes (expedicionarios), cazadores de indios y aventureros - los primeros a llegar a Santa Catarina diseminando entrepuestos y pueblos por el litoral a partir del Siglo XVI. Los inmigrantes azorianos llegaron mucho más tarde, en el Siglo XVIII, y fueron realmente ellos los que colonizaron y le dieron forma al tipo humano, tan especial, que actualmente habita los 500 Km de litoral del estado.

En la segunda mitad del siglo pasado llegaron los alemanes que se distribuyeron por el valle del Río Itajaí, avanzando hacia el interior, buscando mejores tierras y oportunidades. Con trabajo y determinación construyeron la pujante identidad industrial de Santa Catarina. Joinvile, Blumenau, Brusque y Pomerode son ciudades que preservan esta fuerte herencia germánica en la arquitectura, en la culinaria, en el acento y a través de las concurridas fiestas populares, como la Oktoberfest.

A fines de siglo fue el turno de los italianos, la corriente inmigratoria más grande que Santa Catarina ha recibido. Ocuparon principalmente la Región Sur del estado, cerca de la costa, y hasta la actualidad, ciudades como Criciúma, Urussanga y Nova Veneza, preservan las tradiciones heredadas de los pioneros: el cultivo de la uva y del vino, el amor por la buena mesa, y la alegría y religiosidad. 

Pero el mosaico de tipos humanos que integra al actual catarinense incluye también a los "tropeiros", que realizaban el itinerario entre Rio Grande do Sul y São Paulo, a los japoneses, a los austríacos y a los "gaúchos" (provenientes de Rio Grande do Sul), que ocuparon las tierras fértiles del oeste. Todos son responsables por la gran diversidad cultural y sociológica de Santa Catarina.

Es la naturaleza la que caracteriza el litoral catarinense. Son 500 Km de playas, enmarcadas por lagunas, ríos, montañas y un exuberante Bosque Atlántico. Desde la mansa Bahía de Babitonga, en la fontera con el Paraná, hasta las largas playas de mar abierto al sur de Araranguá, es posible divisar un escenario fascinante de aguas claras, arenas blancas y mucho verde.

La Isla de São Francisco, en el extremo norte, alberga el pueblo catarinense más antiguo. Fundado por franceses en 1504, São Francisco do Sul conserva un envidiable patrimonio histórico y una manera de ser propia que fascina. Con 30 mil habitantes, es tierra de pescadores y de marineros. La Bahía de Babitonga, sobre cuyas aguas se encuentra la ciudad, es un paraíso náutico a través del cual se llega a los 13 balnearios del municipio y a las innumerables islas donde la naturaleza impera soberana. A través de la Laguna de Saguaçu se llega a Joinvile, la ciudad más grande del estado y marco de la inmigración alemana.

El litoral catarinense tiene una manera de ser azoriana. Las canoas coloridas y las redes, la comida, los rostros y los acentos remiten al archipiélago portugués. Estos inmigrantes vinieron buscando aceite de ballena y terminaron fundando ciudades como Barra Velha, Piçarras, Penha y Armação. En la antigua tierra de los indios carijós también surgió Itajaí, que actualmente posee 140 mil habitantes y disputa con São Francisco do Sul la posición de puerto catarinense más grande. El parque temático Beto Carreiro World, en el Balneario de Penha, es la mayor atracción turística de la región, junto con las bellas playas y la herencia histórica de São Francisco do Sul.

Florianópolis es su capital, ubicada en su mayor parte en la Isla de Santa Catarina, es la segunda después de Brasilia con el mejor indice de crecimiento en Desarrollo Humano, según la ONU.

Inicialmente los españoles la llamaron Santa Catalina al igual que la isla en donde está su núcleo histórico, luego recibió la denominación en español y en portugués de Santa Catharina o Santa Catarina y oficialmente el nombre de Nuestra Señora del Destierro, durante el siglo XIX e inicios de siglo XX los brasileños la llamaron Desterró. Desde fines de siglo XX es frecuente que se la llame coloquialmente Floripa y se le apode "Isla de la Magia" esto último -se dice- debido a que allí se habrían refugiado varios alquimistas durante el período colonial tanto español como portugués.

El actual nombre es en homenaje al ex-presidente Floriano Peixoto, en reemplazo de su anterior denominación "Nossa Senhora do Desterró" (Nuestra Señora del Destierro)

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