Hace unos 100 años, Belo Horizonte sustituía a Ouro Preto como capital del estado de Minas Gerais. Los planos de la ciudad se inspiraron en los de La Plata, en Argentina, y en los de Washington. Los creadores de Belo Horizonte no imaginaban que la ciudad llegaría a ser la tercera de Brasil. En 1940 sólo tenía 200.000 habitantes, y en la actualidad supera los 2,5 millones. Este rápido crecimiento ha superado la destrucción de los primeros edificios, no quedando ya casi nada del Belo Horizonte de 1900.
La capital de Minas Gerais ha tomado el aire de una ciudad norteamericana, con sus rascacielos, cada vez más altos, a lo largo de avenidas trazadas en línea recta. El parque Municipal, con sus árboles, sus alamedas sombreadas, sus espejos de agua y el parque de diversiones, es uno de los pocos lugares del centro con los que se puede pasear. La Praça da Libertade, flanqueada por el Palacio del Gobierno, es también un lugar frecuentado, en especial los domingos por la mañana, pues allí se instala un mercado de artesanía.
El barrio turístico es Pampulha, zona residencial, a una decena de kilómetros del centro, donde se halla el Minerâo, segundo estadio de Brasil. Cerca del lago artificial de Pampulha se construyó, en 1943, la iglesia de Sâo Francisco de Assis. Es una de las más curiosas iglesias modernas de Brasil. La composición de las bóvedas, que arrancan desde el suelo, la fachada de vidrio, el campanario separado de la iglesia, fueron diseñados por el arquitecto Oscar Niemeyer. El pintor Cándido Portinari decoró los mosaicos que representan la vida de San Francisco de Asís, en la fachada trasera de la iglesia. Estos mosaicos cerámicos se combinan armoniosamente con el movimiento de las bóvedas. El conjunto se completa con los jardines diseñados por el paisajista Burlé Marx.
Cerca del lago se halla el Jardín Zoológico, los clubes y las residencias lujosas, así como la ciudad Universitaria.
Belo Horizonte no es lo que podría llamarse una ciudad turística, pero es lugar de partida para visitar las localidades de Congonhas do Campo, donde se halla uno de los exponentes de la escultura barroca brasileña, todo el conjunto en sí es una obra de arte de "alejandrinho", el mayor escultor religioso que jamás haya vivido en Brasil.
Ouro Preto, todavía conserva su imagen colonial, de la influyente época del oro. En esta zona las pepitas aparecían envueltas en una capa negra de aquí el nombre de "oro negro", que posee la ciudad.
En mi opinión, Belo Horizonte junto a Salvador de Bahía, son los dos estados más típicamente brasileños, por lo menos aquel Brasil que la mayoría de nosotros pensamos encontrarnos.
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