En nuestro país el litoral Atlántico empieza donde termina el Río de la Plata, al sur de la bahía de Samborombón, y abraza sus costas hasta la Antártida en una extensión de más de cuatro mil kilómetros. Playas y puertos se asoman a lo largo de la costa.
Las playas más concurridas y las de clima más benigno son las de la provincia de Buenos Aires; San Clemente del Tuyú, El Tala, Las Toninas, Santa Teresita, Mar de Ajó, Pinamar y Villa Gesell unos kilómetros antes de Mar del Plata. Estas playas se caracterizan por la amplitud de las mareas que se producen dos veces por día.
En la bajamar, que dura de tres a cinco horas, queda descubierta una ancha faja costera; la arena, muy fina y húmeda. Una corriente tropical entibia las aguas transparentes, los declives son suaves, las olas tranquilas y, para fijar los médanos y arenas viajeras, grandes plantaciones de pinos se alzan contra el viento.
Mar del Plata es el mayor balneario de América del Sur. Las playas se suceden a lo largo de las escolleras y a ellas se asoman, como en las playas europeas, construcciones normandas, vascas o danesas, y los altos edificios que recuerdan Copacabana o Miami.
Allí están las mayores industrias pesqueras del país y su puerto es uno de los más importantes del Atlántico.
El litoral se alarga más allá de Mar del Plata, después de Barranca de los Lobos, casi sin interrupción en una sola playa con distintos nombres, según los lugares en que hay instaladas ciudades y balnearios; algunos de tradición como Miramar, Necochea y Quequén; otros menos conocidos como Claremecó y Pehuancó, ya cerca de Bahía Blanca.
Los balnearios de Mar del Plata se extienden desde La Perla, en cuyo extremo norte comienza el famoso Parque Camet, hasta Playa Grande, antes del Puerto y las suaves playas que se dilatan entre el Puerto y el Faro.
La playa Bristol corresponde al centro de la ciudad; en ella está la rambla de granito y, rectangulares y rojos, el Hotel Provincial y el vasto y azaroso Casino. Hacia el sur, sobre el mar, más allá de Cabo Corrientes, descienden las terrazas escalonadas de Playa Chica, al pie de jardines y de parques. Ya más lejos del mar, hacia el oeste, crecen los oscuros y húmedos pinares, que van cubriendo la llanura hacia las sierras de Balcarce.
Mar del Plata no sólo es un balneario o una sucesión de balnearios, sino una gran ciudad laboriosa. Hecha para las multitudes y el regocijo de los veranos, puede ofrecer
también la serenidad y el sosiego de playas solitarias, de parques recatados o de bosques alegrados de pájaros.
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