E yendo por dicho río de Iguazú abajo era la corriente de él tan grande, que corrían las canoas por él con mucha furia; y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe, que de muy lejos se oye; y la espuma del agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos lanzas o más.
Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1490-1557)
Alguien ha dicho que a un filósofo (yo diría un poeta) una sola gota de agua bastaría para imaginar el océano o cualquier otro de los delicados o terribles prodigios cuya materia elemental es el agua. Ninguno que yo sepa, es tan avasallador como las tumultuosas Cataratas del Iguassú.
La selva ciñe el río Iguassú que se abre en numerosos saltos. En la isla de San Agustín, su cauce se ensancha y forma un lago de escasa profundidad que alcanza más de tres mil metros de anchura.
Allí las aguas, aparentemente tranquilas, se detienen un momento antes de emprender el tremendo descenso. En el centro del lago, la isla Grande divide al Iguassú en dos brazos; el derecho, argentino, baja con estrépito pavoroso formando el Salto Unión, y retoma su cauce a más de setenta metros por debajo del nivel del lago. En este lugar se forma un inmenso cañón en el que vuelcan sus aguas varios saltos distintos. Esa coalición de torrentes que caen a plomo y levantan desde el fondo, invisible por la bruma, un vértigo de gotas innumerables, se llama “Garganta del Diablo”. Al estrellarse contra el fondo, las aguas se vaporizan en una finísima llovizna que asciende hasta treinta metros, y, bajo el sol, entrecruza innumerables arco-iris. Los otros brazos del río van bajando por dilatadas terrazas de rocas que se abren en precipicios; cascadas intermedias, sombrías, rodeadas de espesos bosques, quebradas y declives, van rotas por islotes verdes.
La belleza móvil de las aguas brilla en abismos de espuma.
Desde el arenal de la Isla de San Martín, numerosos pescadores prueban suerte y habilidad para la pesca del dorado, del salmón y del gigantesco manguruyú. Abunda en las aguas el pez tigre y en cierta época del año la piraña, famosa por su voracidad. La fauna de la tierra es aún más abundante que la del agua, el yaguarete, la pantera onça, el puma y el jabalí americano o chancho del monte, de carne muy apreciada. Entre los pájaros se distinguen más de cuatrocientas especies, admirables colores y cantos, y luego las mariposas, que en el otoño cubren el aire, y todo el cielo y el río parece un ala transparente.
Fuera de la selva, hacia donde alcanzan los ojos se divisan extensos yerbatales, plantaciones de café, de tabaco, de té, ya que la provincia de Misiones es una de las más ricas y exuberantes de la República (en Argentina)
La región lacustre argentina, revelada hace medio siglo, difiere de todas las demás. Es una insospechada Secreta . Jorge Luís Borges
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