A partir de 1145, se inicia la construcción. Cuando llegues, te recibirá una muralla de un kilómetro dejando dentro del recinto todo lo que necesitaban los monjes: el agua, el molino y el huerto.
Tras franquearla hallarás un fresco paseo con árboles que desemboca en la puerta de la iglesia sobria, pero de proporciones catedralicias que tardó en ser construida 250 años. De ahí al claustro gótico levantino, con capiteles decorados con plantas como gustaba a los cistercienses. En medio, el lavabo, un templete en el que los monjes se lavaban antes de cada comida. A este jardín de piedra dan el resto de las dependencias.
En la sobria sala capitular se tomaban las grandes decisiones. En medio de un silencio sepulcral, hoy encontrarás varias tumbas. Fíjate en la bella portada de arcos y finas columnas que soportan las bóvedas de crucería.
Detente en el refectorio, el salón donde comían en silencio mientras oía al lector. En la sala de los monjes, copiaban e ilustraban libros. En el calefactorio, los más mayores podían calentarse. Paso a paso, siguiendo cada habitación te harás una idea perfecta de cómo era la vida de los cistercienses.
Habitaron en Veruela hasta 1835. El cenobio quedó abandonado con la Desamortización de Mendizábal. Se convirtió en lugar romántico, destino de verano y lugar perfecto para curar los males con el aire del Moncayo. A finales de 1863, llegó Gustavo Adolfo Bécquer con su hermano. Qué mejor lugar para inspirar las ‘Cartas desde mi celda ‘.
Una vuelta por esos parajes y la gastronomía reparadora de sus gentes te pondrán en forma cuerpo y mente. Mucho más que un sueño. 976 64 90 25 (Imprescindible reserva previa)
Horario de las visitas guiadas, Martes, Miércoles, jueves y viernes; mañana 12:00, tardes 17:30,
Sábados, domingos y festivos Mañanas 11:30 – 12:30 Tardes 16:00 y 18:00 hrs.
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