Llega un momento en el que hay un pequeño aparcamiento y una escultura en forma de taza metálica. En esta zona las vistas son muy bonitas y con un día despejado se pueden ver montañas y más montañas a lo lejos por lo que recomiendo parar y empaparte de la tranquilidad que se respira mirando desde las alturas al fondo de los verdes valles y tratando de adivinar cuáles son los picos que se divisan en la lejanía.
Pero lo mejor está por llegar. A partir de la curiosa escultura en forma de taza la carretera se estrecha dando paso a un camino asfaltado que en uno de sus lados cae directamente a un gran precipicio sin ningún tipo de protección o guardarailes. ¿Vértigo? Sí, ¡mucho! Aunque es menos de lo que parece, caben perfectamente dos coches y no hay peligro ninguno si se tiene un poco de cuidado. Yo que sufro de vértigo lo paso fatal cada vez que la recorro pero merece muchísimo la pena llegar hasta el final.
Al final de la carretera es donde acaba Andorra y comienza España. Acaba el asfalto y comienza un camino de piedras que lleva hasta el pueblo de Alins, en el Pirineo Catalán, pasando antes por Tor, una pequeña población que sobrevive casi aislada en medio de preciosas montañas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario