Asentado sobre un peñasco, el castillo de Vitré domina toda la campiña.
Construido en el siglo XI y reformado en el XIII, XIV y XV, recuerda el papel defensivo de la ciudad durante las guerras de Bretaña. Este bonito pueblo medieval conserva todo el caché de la época gloriosa del comercio textil: pórticos elaborados, casas medievales de entramados de madera… Son muchas las bellezas arquitectónicas que siguen hablando de la riqueza pretérita de la ciudad.
¡Oh, Marquesa!
La zona de Vitré está íntimamente vinculada a la marquesa de Sévigné. Fue una ilustre escritora del siglo XVII que vivió y escribió a pocos kilómetros del pueblo: en el magnífico castillo de Rochers-Sévigné (Argentré-du-Plessis). Los amantes de los jardines de estilo francés no deberían perdérselo.
¡Bajad el puente levadizo!
No se puede hablar de Vitré sin hacer mención a su imponente Castillo. Más que un castillo, fue una fortaleza cuya misión era defender la entrada a Bretaña. Se trata de un bonito ejemplo de arquitectura militar de la Edad Media en Bretaña. El lugar es ahora la sede del ayuntamiento y del museo y vale realmente la pena visitarlo.
Establecido en un afloramiento rocoso en la segunda parte del siglo XI por Robert 1er de Vitré, el castillo de Vitré fue reconstruido y ampliado a principios del siglo XIII sobre un plan triangular que nunca había sido modificado.
Está protegido por altos muros cortina y flanqueado por torres circulares en cada esquina. A principios del siglo XV, Guy XII acentuó el carácter defensivo de esta fortaleza construyendo una imponente entrada a Châtelet, mientras realizaba desarrollos residenciales que continuarían hasta el siglo XVII. Transformada en prisión en el siglo XIX, pasará por un período de restauración tras su clasificación en 1872 como Monumento Histórico y alberga el ayuntamiento y el museo.
1º octubre a 31 marzo (excepto enero) Abierto todos los días de 10 a.m. a 12:30 p.m. y de 2 p.m. a 5:30 p.m.
Cerrado los martes todo el día, sábados y domingos por la mañana
Castillo de Rochers Sévigné
Propiedad de la familia Sévigné desde 1410, Marie de Rabutin Chantal, marquesa de Sévigné, descubrió este castillo poco después de su matrimonio en agosto de 1644. Permaneció allí 16 hasta 1690 y escribió 297 cartas, incluidas 262 a su hija . Apreciando la naturaleza que rodea el castillo, transforma el bosque en un parque real, nombrando los caminos que guían sus caminatas diarias. Durante su última estancia, descubrió el Jardín Francés encargado por su hijo Carles y dibujado sobre un dibujo de Le Nôtre .
La ciudad.El primer punto de interés que nos encontramos fueron unos antiguos lavaderos a la orilla del río. Concretamente puedes encontrarlos donde se cruza la Rue Pasteur con el río Vilaine. Si callejeas un poco podrás llegar al Pré des Lavandières (o prado de las lavanderas), un pequeño parquecito junto al río.
Desde toda esta zona se tienen muy buenas vistas al Castillo de Vitré, que se asoma elevado entre diversas casas de la zona. Continuamos caminando por diversas calles, todas llenas de encanto y con unas casas de piedra preciosas, hasta llegar a la Place Saint-Yves. En esta plaza pudios ver varios puntos interesantes de Vitré. Por un lado, de nuevo se tienen muy buenas vistas a diversas partes del castillo y su muralla, así como a una de las torres que formaban parte de la puerta de entrada a Vitré.
Continuamos nuestra ruta adentrándonos en el casco antiguo de Vitré por una de sus calles más famosas: la Rue d’en Bas. A través de ella nos encontramos con una zona repleta de casas de entramado de madera construidas entre los siglos XV y XVII, muchas de las cuales siguen conteniendo todo tipo de comercios. Merece la pena totalmente callejear y perderse cotilleando las fachadas de los edificios y sus tiendas.
Nos desviamos brevemente hacia el sur del casco antiguo para llegar a la estación de ferrocarril de Vitré, que se encuentra justamente al lado. Técnicamente se encuentra fuera del área medieval de Vitré, sirviendo de separación con la parte moderna de la ciudad, pero el estilo del edificio suaviza el cambio. Además, a la izquierda de la entrada a la estación puedes encontrar unos baños públicos gratuitos, lo que siempre se agradece.
De vuelta en el casco antiguo, continuamos paseando en dirección a la Iglesia de Notre Dame de Vitré. Desde la Place de Notre Dame se tienen unas buenas vistas a la iglesia, aunque tendrás que tener cuidado con el tráfico, ya que la plaza es básicamente un parking. Desde este punto puedes tomar dos caminos diferentes. Si sigues por la Rue de Notre Dame, llegarás a la plaza del Castillo de Vitré, el cual puedes visitar si quieres.
Nosotras, como este día íbamos un poco pilladas de tiempo, optamos por la otra opción, que nos redirigía hacia donde aparcamos. Este segundo camino consiste en tomar la Rue du Bas Val y salir del área medieval a través de la Poterna de Saint-Pierre. Esto nos lleva a la Promenade du Val, una caminata cuesta abajo con unas vistas preciosas tanto a los alrededores de Vitré junto a la propia muralla y castillo.
Este camino termina justo donde se encuentran los lavaderos que te he comentado al principio, por lo que si has empezado desde otro punto de la ciudad, también merece la pena hacerlo para verlos. Desde aquí aprovechamos para volver a nuestro coche y retomar la ruta.
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