SANTA CRUZ DE LA SEROS

Santa Cruz de la Serós (apócope de "las Sorores", por alusión a las monjas benedictinas dependientes de San Juan de la Peña, que lo habitaban), es una pequeña y pintoresca población cercana a la margen izquierda del río Aragón, en el camino de subida al Monasterio de san Juan de la Peña.
Ramiro I concedió bienes al monasterio femenino de Santa María, para mantener una hospedería y les confío como religiosa a su hija menor Urraca.
Pero el mayor esplendor se alcanzó cuando otra hija de Ramiro I, Doña Sancha, viuda del Conde Ermengol III de Urgel, ingresa en él como Abadesa y le presta su protección más decidida (1070).
En 1095 hizo testamento a favor de esta Iglesia, falleciendo algo después y siendo enterrada en el maravilloso sarcófago que hoy se guarda en el Real Monasterio de Benedictinas de Jaca.
Doña Sancha fue uno de los personajes más influyentes en la corte del naciente reino. Ayudó o "encaminó" a su hermano Sancho Ramírez hacia la política europeísta en contraposición con su otro hermano, el obispo García, a quién doña Sancha consiguió arrebatarle la sede episcopal, pues fue nombrada "obispo" de Pamplona en su lugar, a la par que el rey le advertía de "Sacar los ojos de su cabeza" si le traicionaba. No es de extrañar que falleciera en Anzánigo, quizá de causa natural.
Más no queda ahí la labor de Doña Sancha. Desde el monasterio de Santa Cruz, con sus inmensos rebaños de ovejas, contribuye decisivamente a la financiación de los negocios del reino.
Y ya con anterioridad había marcado el camino a seguir, educando en San Pedro de Siresa a su sobrino Pedro, que sería el sucesor de Sancho Ramírez tras morir de certero saetazo a las murallas de Huesca.
Como apunta Domingo Buesa, las mujeres tuvieron una influencia decisiva en el reino de Aragón. La condesa Sancha, la reina Berta (Reina en el Reino de los Mallos) o la reina Petronila son tres magníficos ejemplos
El descenso de las "Sorores" a Jaca, en el XVI, propició el abandono del monasterio y su ruina. Sólo se conserva, como en tantos otros, su iglesia.
La primera impresión que produce es desconcertante si no se tiene en cuenta su planta, pues presenta un frontal con un solo ábside y un perfil escalonado, de sur a norte; en el que destaca la formidable torre rematada por el cuerpo octogonal que contiene la bóveda.
A la vista del plano, se comprende que se trata de una iglesia de una sola nave, con planta de cruz latina; acabada en un ábside central que destaca al exterior; y con sendos absidiolos en cada uno de los brazos de la cruz, que al exterior, aparentan contrafuertes

El formidable aspecto y desarrollo del transepto y de las estructuras que sobre él se elevan, hacen aparecer casi como secundaria a la nave principal del templo. Su cabecera apenas si destaca en el frontal este mientras que la nave se ve eclipsada por torre y cámara. Hay que ver el templo desde el lateral o desde poniente para situar al exterior la misma .

Probablemente como apunta Ricardo del Arco, la iglesia original fuese una modesta edificación de nave única allá por el S X, rehecha y convertida no solo en lo que hoy vemos, sino en mucho más. Se añadieron capillas laterales y sobre la del sur se erigió la torre-campanario más rotunda de todo el románico aragonés. Se edificó la sala sobre el crucero, quizás en función de reducto inaccesible en caso de asedio, o como apuntan otras fuentes, como lugar de guarda del tesoro litúrgico del templo. Más recientemente se ha tomado en consideración su posible función de capilla en altura o "Galilea" (Gerardo Boto Varela)
De entre lo que ya no vemos, claustro al sur, con acceso por la portada decorada con rueda adornada de margaritas y dependencias monásticas acordes con la importancia y realengo que alcanzó el monasterio.


Antes de este templo hubo otro en el mismo lugar, prerrománico, de cabecera plana, parte de cuyos paramentos se han evidenciado en excavaciones arqueológicas (J.A. Paz, F.Galtier y E. Ortiz. Arqueología Aragonesa 1991).
Según estos autores el templo debió de ser fundado a raíz de la implantación en 1024 de la regla de San Benito en el cercano monasterio San Juan de la Peña. Ello implicó la transformación de aquel monasterio dúplice en cenobio de varones de forma que la rama femenina existente en el mismo descendió a Santa Cruz de la Serós. En esa época se edificó un modesto templo de cabecera plana y nave única, cuyos vestigios han puesto de manifiesto las citadas excavaciones.


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