PHITSANULOK

Phitsanulok es una ciudad situada en el Norte de Tailandia a mitad de camino entre Bangkok y Chiang Mai. Esta ciudad es similar a Ayutthaya en cuanto a historia, cultura y atracciones naturales se refiere.
Con una población de unos 80.000 habitantes y situada a 375km de Bangkok la provincia de Phitsanulok cubre más de 10.000km​² que estan cubiertos de montañas, bosque, ríos y plantas. La ciudad cuenta con un río que la atraviesa, se trata del río Nan y al igual que pasa con el río Chao Phraya de la capital de Tailandia se ha convertido en el corazón de la ciudad.
Si viajas al norte de Tailandia Phitsanulok es una zona que no puedes perderte, es una región comercial y cultural con mucha historia de Tailandia en sus raíces, es un lugar perfecto para comenzar a explorar la antigua capital de Tailandia Sukhothai.​
Wat Muang
Un gigantesco Buda surge de los inmensos campos de cultivo, desde la lejanía nada nos hacia pensar que nos encontrábamos ante el Buda más grande del Mundo, con sus más de 90 metros de altura.
El Buda está rodeado de un gran centro terrorífico del budismo, una mezcla de terror y surrealismo, que nos recuerda al infierno de Dante Aligheiri de la religión católica, una compilación de castigos a los pecadores y el martirio por sus “pecados”, algo que parece fuera de lugar en la religión budista, que siempre nos hace pensar en meditación y yoga.
Las estatuas han sido creadas a escala humana, para dar más realismo a la muerte que nos espera a los pecadores. Cabezas cortadas, lanzas atravesando los cuerpos, perros rabiosos,  serruchos y otros castigos forman parte del llamado Jardín del Infierno. Este monumento a la fealdad está rematado por dos figuras que se elevan unos veinte metros. Un hombre y una mujer esqueléticos, con los ojos fuera de las órbitas y una lengua desencajada.
Además de la sala de torturas, también está representado el paraíso. Pero a mí me sedujo mucho menos de lo que me horrorizó el infierno. En definitiva, de Wat Muang sólo se puede salir compungido, sin hablar mucho, sin alzar la voz, inclinando un poco la cabeza, para no ofender a los monjes difuntos a la presencia inexorable de Buda.
Más adelante nos encontramos con un templo de cristal, es un espacio cubierto de espejos que multiplican las ofrendas y adornos, completados por unos monges escultóricos que combinan perfectamente con los de verdad que están orando dentro de él.
Wat Muang se empezó a construir en 1990 sobre las ruinas de otro templo. La obra concluyó en 2008, casi dos décadas después, pero el fundador del monasterio, un monje llamado  Luang Pho Kasem sigue en el recinto. Los visitantes pueden acercarse a él, observar su gesto de calma imperturbable, pues de hecho lleva muerto desde 1996, pero su cuerpo permanece en una vitrina, momificado.
Además de la sala de torturas, también está representado el paraíso. Pero a mí me sedujo mucho menos de lo que me horrorizó el infierno. En definitiva, de Wat Muang sólo se puede salir compungido, sin hablar mucho, sin alzar la voz, inclinando un poco la cabeza, para no ofender a los monjes difuntos a la presencia inexorable de Buda.
Ésta es tal vez a parte más severa de una religión que, para ser justos, suele mostrar un semblante afable. Salimos de Wat Muang con muchas ganas de perdernos entre las montañas del norte.

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