LUCIGNANO

Lucignano, emplazada en una colina preciosa, entre las provincias de Siena y Arezzo, domina el Valle de Chiana desde sus más de 400 m. de altura. Os podréis imaginar el panorama maravilloso que se disfruta desde allí.
Diseñada en forma concéntrica y totalmente amurallada, es como un gigantesco caracol desde cuyo centro giran todas sus antiquísimas callecitas, repletas de casitas y de edificios emblemáticos que datan de entre los siglos XIII y XVI.
Su enorme interés actual reside, sobre todo, en la íntegra conservación de esta joya arquitectónica de la Edad Media.

En la antigüedad, se llamaba Lucinianum en honor de Lucio Cornelio Silla quien conquistó la zona en el siglo I a.C.
Por lo que he sabido, a partir del siglo XIII y hasta el siglo XVI, la ciudadela fue motivo de continuas contiendas entre los gobiernos de Perugia, Arezzo, Siena y Florencia. No quiero ni pensar en los episodios terribles que vivirían sus habitantes. Ahora bien, en lo que respecta su desarrollo histórico y artístico, cada conquista supuso la obtención de distintos galardones, así como de espléndidos monumentos, para ensalzar el poder de la jurisdicción en la que hubiera caído.
De Perugia recibió su escudo de armas al que la ciudad añadió una estrella que representa la altitud de su posición geográfica. El escudo sigue vigente hoy en día.
Siena, en el siglo XIV, terminó de construir las fortificaciones y las tres puertas de acceso a la ciudadela. Asimismo, anexo a las murallas, construyó un imponente castillo cuadrangular (Rocca) con dos torreones: Uno para vigilar el exterior y, otro, para observar la ciudad.
Por otra parte, donó al palacio del siglo XIII, en el que hoy se albergan el Ayuntamiento y el Museo de la Corporación, un enorme y riquísimo relicario "L'Albero di Lucignano" obra de los mejores joyeros sieneses de la época.
De Florencia , en el siglo XVI, obtuvo la construcción de la Fortaleza, obra del arquitecto Bernardo Puccini, que se erige en una colina situada frente a Lucignano. Asimismo, Cosme I de Medici, monarca tan ambicioso como amante del arte, no deparó en gastos y encomendó la construcción del bellísimo Santuario della Madonna delle Querce al mismísimo Giorgio Vasari, lo que denota la gran importancia que había significado para el Gran Duque de Toscana la conquista de Lucignano.
Toda la ciudadela es impresionante. Yo no cabía en mi del asombro constante que iba experimentando al caminar por esa elipsis de callejuelas y por sus cuidadísimas construcciones, entre las que pueden sobresalir, en cualquier momento, una iglesia estupenda o un edificio que te deja estupefacta. Hasta tal punto que, pese a la larga caminata, además de visitar todos los monumentos que he podido, no tenía ni pizca de hambre. Me he reído para mis adentros y he pensado que eran los mismos síntomas del enamoramiento. 



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