POSTOJNA Cuevas

Postojna es el paraíso de las estalactitas, y por eso después de conocer la gruta tendremos la sensación de que cualquier futura visita a una cueva siempre será poco comparado con este universo natural que se abre ante nuestros ojos. Los 21 km de galerías, salones y recovecos ofrecen una experiencia única no sólo a los espeleólogos, ya que cuesta imaginarse como el tránsito lento del tiempo ha conseguido esculpir esta obra maestra de la naturaleza.
Gracias a las explicaciones del guía de la visita podremos conocer al detalle los aspectos más interesantes de su historia, de su formación, y de la variedad de elementos y sistemas de formación de la cueva.
El tour dura 90 minutos aproximadamente, después de emprender un divertido y fascinante trayecto de 3,7 km en un tren que nos adentrará en las entrañas de la tierra. La segunda parte de la visita consiste en un paseo a pié donde veremos las partes más impactantes de la gruta.
Después de conocerla no se nos hace extraño que sea el lugar más visitado de Eslovenia, y que en 200 años hayan pasado más de 35 millones de personas por el interior de la cueva.

La adecuación efectuada para entrar en pocos minutos al interior mediante el tren ha permitido que sea accesible a todo el público, niños mayores o personas con movilidad reducida.
En 1818 apenas se podían recorrer 300 metros de cueva, en comparación con los 5 km de galerías y túneles que se pueden visitar hoy en día.

Historia de la cueva de Postojna
Pese a que la cueva ya era conocida por la gente que vivía en los alrededores y por otros visitantes que dejaron su estampa con firmas ya en el siglo XIII, el primer visitante insigne que puso pié en la cueva fue el archiduque de Austria Fernando I en 1819. Con su visita se abrió un periodo de apertura turística que sigue su provechoso camino 200 años después.
Un año antes y de forma accidental, Luka Čeč, una de las personas que trabajaba en el acondicionamiento de la cueva para la visita del emperador a la gruta, descubrió un pasaje escalando un muro. El hallazgo sacaba a la luz un tesoro hasta ahora desconocido, del que la parte conocida de la cueva sólo era la punta del iceberg. Cerrada hasta la visita de Fernando I, la reapertura puso las bases del turismo moderno, con la instauración de libros de visita donde se podía firmar y dejar las impresiones que producía. Cinco años después del descubrimiento se formó un comité de gestión de la cueva, que administraba su conservación, encargándose de explotarla turisticamente, y estableciendo un precio de entrada cuando se pudo adecentar e iluminar para conocerla
Durante muchos años la cueva sólo se pudo explorar a pié, si bien para la visita del emperador en 1857 se prepararon unos asientos cómodos y lujosos para transportar a la emperatriz y su cortejo. En ese periodo también el entorno de Postojna se modernizó con la creación de una línea que conectaba con Viena y Trieste.

El “acceso universal” a las cuevas motivaron la necesidad de aplicar mejoras, siendo la de utilizar la fuerza motriz de burros una de las propuestas del espeleólogo Anton Schmidl. Otra de estas innovaciones guardaba relación con la iluminación, 12.000 luces permitían observar todas las zonas de la cueva, 1.500 sólo para el Gran Salón.
Durante los años 1868 al 1885 y bajo la presidencia del comité por parte del prefecto Anton Globočnik, se llevaron a cabo importantes remodelaciones que permitieron colocar la estructura de raíles para el tren, el puente que cruza hasta el Gran Salón, o la señalización en varios idiomas. Además se aseguró que la propiedad de la cueva permaneciera bajo tutela del Estado, y que la recaudación fuese reinvertida en obras de mejora de la cueva. Con la caída del Imperio Austro-Húngaro esta asociación desapareció.

La Gruta de Postojna se abría al mundo, y el esfuerzo para darla a conocer fue tal que en las exposiciones internacionales de Paris (1867) y Viena (1873), se llevaron a cabo presentaciones turísticas del tesoro encerrado en la gruta.
En 1872 se pusieron abrió camino para llegar en vagoneta hasta la Gran Montaña (anteriormente conocida como Calvario). Mediante un sistema manual se empujaba un carruaje de dos plazas, pero este sistema no era viable para el elevado número de visitantes, por eso en 1924 (si bien durante la primera guerra mundial ya se había planeado) se puso en marcha un sistema mecánico de transporte, la locomotora Montania nº 803 fue la precursora de otras tantas que sirvieron para mover a la gente desde el interior hasta lo más profundo de la cueva. Hoy se puede visitarla en el museo de Postojna, si bien es muy similar a la Montania S-10 que vemos en la plataforma de la entrada a la cueva.

Años más tarde, en 1928 se levantó el edificio Jamski Dvorec, el complejo turístico con el área de recepción e información, restaurante y alojamiento de huéspedes. algo antes en 1883 se había completado la iluminación eléctrica y permanente de la cueva.
Con el tiempo se hizo evidente que las viejas locomotoras de gasolina ya no eran adecuadas para su propósito. Los gases de combustión creaban una especie de niebla en la cueva y por lo tanto reducían la visibilidad. En 1.957, con motivo de la apertura formal de una nueva temporada turística, su labor la pasaron a desempeñar las nuevas locomotoras que funcionan con baterías.

A lo largo de estos años, el número de visitantes fueron en constante aumento, y con el creciente número de visitantes se hacía necesario pensar como solucionar el problema de movilidad de una sola línea y las escasas vías muertas que impedían circular más de tres locomotoras simultáneamente. Por ello en 1964, se puso por fin completar el sistema de doble vía, con la creación de una terminal a los pies de la Gran Montaña, facilitando un tránsito continuo en la cueva y agilizando los tiempos de espera.
Ruta por la Cueva de Postojna
Después de comprar las entradas nos informarán de la hora de la nueva visita. El itinerario está perfectamente organizado así que no hay que estresarse por hacer cola para conseguir el mejor sitio. Una vez abiertas las puertas nos conducen a los andenes donde tomaremos el tren que nos introduce en la cueva. En este área veremos el Pasaje de las Viejas Firmas, con algunas del siglo XIII, y las vistas del río Pivka fluyendo para perderse en las profundidades de la tierra.

Cuando recibamos las indicaciones montaremos al tren en un viaje maravilloso en el que no hay que levantarse para no “perder la cabeza” con las afiladas estalactitas que apuntan hacia abajo. Después de casi 3km llegamos a la estación donde comenzará la ruta a pié. Esta parte es conocida como la antigua cueva, descubierta en 1818 y donde está el Salón de Congresos, conocido también como el salón de baile por los festejos que se celebraban. Si seguimos andando al punto de reunión debajo de la Gran Montaña o Calvario, -desde donde empiezan las rutas guiadas en los diferentes idiomas-. Esta gran roca es en realidad fruto del desmoronamiento del techo, algo que podemos captar si vemos que las estalactitas del techo son mucho más pequeñas y “jóvenes” que en otras partes de la cueva. Desde aquí obtenemos la primera vista de la majestuosidad de la cueva y de uno de los puntos siguientes a visitar, el puente ruso.

Finalizada  realizaremos el almuerzo en un restaurante, una vez finalizado el mismo seguiremos la visita hacia el Castillo de Predjama

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