Alta en la margen occidental del caudaloso estuario que un escritor ha llamado “el gran río color de león” y otro “el río inmóvil”, se eleva y crece día y noche la mayor ciudad de habla hispana del mundo entero: Buenos Aires. Su población cosmopolita supera la cifra de quince millones. Buenos Aires es la capital intelectual del continente: de sus imprentas salen libros que hallan lectores desde Cartagena de Indias hasta los confines australes. La biblioteca Nacional incluye más de un millón de volúmenes, en diversos idiomas occidentales y orientales. Funcionan cuarenta y siete teatros; desde el Colón, donde se escuchan las personalidades más famosas de la música y de la lírica, hasta los teatros vocacionales, donde la juventud discute los dramaturgos más recientes. En la temporada de invierno se alternan conjuntos tan importantes como la Comedie Française y los actores del Coven Garden de Londres.
Cada día se dictan en Buenos Aires alrededor de cuarenta conferencias, de entrada libre, que versan sobre los temas más heterogéneos. Abundan las exposiciones de cuadros, de dibujos y de esculturas.
A partir de 1810, casi toda la historia sudamericana ha salido de la Plaza de Mayo de Buenos Aires. De ahí partieron, a veces para no volver, los ejércitos que dieron libertad a tantas naciones. Ahí están la Pirámide, el Cabildo, la Catedral, que guarda la sepultura de San Martín, y la Casa Rosada. En toda esta zona del centro de la ciudad se alternan bancos monumentales con viejas iglesias, como San Juan, o con viejos conventos: Santa Clara, Las Catalinas, o la Casa de retiros espirituales que la beata santiageña fundó en 1795 en el barrio de la Concepción. Plazas y parques van creciendo del centro hacia el norte, el oeste y el sur; nombrarlos sería casi infinitos, La Recoleta con sus árboles añosos y sombríos, centro gastronómico donde conviven desde el tradicional asado hasta la más sofisticada cocina francesa, o el Parque Lezama, misterioso en sus breves colinas, donde el Museo Histórico guarda las imágenes y las armas de los libertadores.
Hacia el este el “río inmóvil” del que hablábamos al principio y, sobre el río, la Costanera, un bellísimo paseo, espléndido de álamos.
Hay esquinas en Buenos Aires que recuerdan a París; algunos jardines de Belgrano, la severidad del victorioso inglés y, en el sur, zona de San Telmo, patios coloniales evocan la vieja Lima. Sin embargo, Buenos Aires, a pesar de reunir todos los estilos tiene un carácter particular, una silenciosa magia que apresa, de manera casi total, a quienes llegan a ella.
Nuevos centros como Puerto Madero, las antiguas aduanas restauradas, y el Buenos Aires Design Center en La Recoleta.
Los curiosos encuentran en las “boutiques” los objetos y las ropas más elegantes y, para la noche, restaurantes, lugares de esparcimiento o “nights” esperan la mañana.
Pese a su breve pero abnegado y rico pasado histórico, Buenos Aires, a diferencia de otras ciudades sudamericanas, no mira al pasado. El conquistador y el indio no le interesan; le importan el presente y el porvenir, henchidos de azarosos problemas que sin duda superará, como tantas veces ha hecho.
Recordemos estos versos sensibles que han sobrevivido al nombre de su autor:
“No me importan los desaires
“con que me trata la suerte
“si me consuelo con verte
“Oh, luna de Buenos Aires”
Buenos Aires cuenta con una red de metro, con ocho líneas, aunque no suficientes para la población, si lo son para nosotros, los turistas, ya que nos podemos mover por las partes más interesantes de la ciudad en este medio.
Buenos Aires cuenta con una red de metro, con ocho líneas, aunque no suficientes para la población, si lo son para nosotros, los turistas, ya que nos podemos mover por las partes más interesantes de la ciudad en este medio.
EL TIGRE
Es inusitado que cerca de una gran ciudad exista una región selvática y casi tropical, hecha de laberintos de agua y de centenares de islas. Esa región se extiende desde el Tigre hasta la ciudad de San Pedro entre las provincias de Buenos Aires y de Entre Ríos. Abarca doscientas setenta mil hectáreas y se desarrolla una gran industria de verduras y de frutas. El río Paraná se multiplica en otros ríos importantes como el Paraná de las Palmas y el Paraná Guazú, que en ríos menores como el Capitán, el Arroyón, el Antequera, el río Sarmiento, al Abra Vieja desaguan en el río Luján. Todos son navegables y los pausados veleros y las vertiginosas lanchas a motor cruzan llevados por el aire liviano del estío. La navegación, el ski de agua, la pesca y el lento irse de las horas pausadas trae la noche espléndida, de estrellas entrevistas entre hojas y de invisibles grillos.
En tan vasta extensión se encuentran los clubes náuticos y de regatas, las quintas residenciales y las frescas casas para el fin de semana levantadas sobre pilotes. Hacia el oeste viven los isleños, curioso tipo gaucho fluvial, que cuidan las haciendas de las islas, cabalgan en pelo entre los sauces y nadan a la manera de los perros. El nutriero y el contrabandista buscan refugio en las islas más apartadas, casi desconocidas.
Agua, selva, cielo. María Esther Vázquez ha fijado estos esplendores tranquilos en las líneas que dicen:
“tardes tibias del ángel y la nube
“horizontal que entre la bruma sube
“cuando la noche llega”
Buenos Aires es una ciudad cosmopolita, que recuerda las ciudades europeas de los años 50, en ella se puede disfrutar de una excelente gastronomia mezcla de las culturas españolas e italianas, principales contingentes migratorios de la ciudad, pero lo mejor de su cocina son, sin lugar a dudas sus asados a la parrilla, de carga exquisita y jugosa, criada en las pampas argentinas por está raza especial de centauros, que pasan su vida subidos en una silla de montar, los Gauchos.
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